Las redes sociales representan una importante herramienta de comunicación diseñada para que el hombre interactúe a través de la tecnología. Las mismas nos permiten establecer vínculos y estar informados dentro de un marco global y virtual, con ellas tenemos el potencial de comunicarnos y relacionarnos con infinidad de personas. Sin embargo, con ellas también surgen riesgos que debemos conocer y saber cómo enfrentar.

Al tratarse de una herramienta, es esencial su correcto uso y manipulación; pero; ¿nos pusimos a pensar que su uso se está iniciando desde edades muy tempranas, siendo los actores principales nuestros niños y adolescentes? Es interesante la pregunta, ¿no?

Es por eso que, como padres, madres, educadores y adultos responsables de la formación de nuestros niños y jóvenes, debemos conocer estas herramientas y familiarizarnos con las diferencias que existen entre las distintas redes sociales; o por lo menos con las más utilizadas en nuestro medio, ya que no es lo mismo utilizar YouTube que visitar Facebook. Los riesgos y la exposición a la que se exponen sus usuarios en cada una de ellas representan diferentes niveles.

Siempre será mejor que nuestros jóvenes internautas estén acompañados por el adulto que, desde el amor y la responsabilidad, vela por su seguridad e integridad.

Anteriormente las definimos como “herramientas” y como tales hay momentos, condiciones y edades apropiadas para utilizarlas.

La avalancha de tecnologías de la información y la comunicación introdujo rotundos cambios en todas nuestras prácticas; a tal punto que hoy tener celular, Internet y televisión se han vuelto necesidades básicas. “Hoy nosotros ponemos los celulares antes que los platos, se ha perdido el espacio de hablar en la mesa porque todos estamos pendientes del teléfono” es la opinión de la Psicóloga Pilar Sordo en una conferencia.

Y lamentablemente debemos coincidir con Pilar Sordo, si nos ponemos a analizar sin mayores esfuerzos nuestro entorno. Es verdad que las redes sociales nos permiten comunicarnos con quienes están lejos, pero también pueden estar perjudicando los hábitos de comunicación y convivencia con quienes están cerca; estar informados de forma global pero no tener participación y conocimiento de aquello que ocurre en el seno familiar. Y así podríamos continuar enumerando sus pros y contras, ya que el uso que se les da es infinito.

Las redes sociales llegaron para quedarse, y no podemos tomar esto a la ligera, principalmente si tenemos en cuenta que para muchos jóvenes el tener acceso a ellas es como un desahogo, ya que se les hace más fácil expresarse por este medio, detrás de una pantalla, que interactuar personalmente, pierden la capacidad o directamente no la desarrollan, de expresar cara a cara y en tiempos reales sus vivencias, sentimientos, temores, necesidades. No logran establecer una relación de “empatía” con su entorno, puesto que para lograrlo deben ponerse en el lugar del otro, y esto es algo que en su “comunicación virtual” no resulta necesario, por ello se hace difícil el desarrollo de relaciones reales y se va generando un círculo vicioso, ya que cuanto más tiempo dedican a la comunicación virtual más les cuesta una comunicación en la vida real y esto les hace creer que la solución es sumergirse en ese mundo virtual.

Los problemas empiezan en los niños y jóvenes cuando dejan de vivir el mundo real y se genera una ciberadicción haciendo que el niño deje de verse con sus amigos y se instale frente a la pantalla con sus videojuegos, el adolescente preste más atención a su iPhone que a su novia o el joven no rinda en los estudios porque revisa obsesivamente sus redes sociales. En todos estos casos hay una clara interferencia negativa en la vida cotidiana.

Enfoquémonos en analizar la influencia e impacto que provocan las redes sociales, tanto dentro del hogar como en la escuela y las relaciones personales para así poder actuar generando cambios de hábitos y sobre todo guiando desde el ejemplo y con amor a los niños y jóvenes.

Tomemos como ejemplo al apóstol Pablo, quien se vio en la necesidad de involucrarse y relacionarse de igual a igual con judíos, débiles y los sin ley, teniendo en mente ganarlos para la causa (1 Corintios 9:20-22).

Así nosotros debemos hacerlo con nuestros niños y jóvenes, conociendo en profundidad las herramientas que utilizan y los motivos por los cuales lo hacen; solo así podremos acompañarlos y guiarlos para que saquen de ellas el mejor beneficio.