“Eres insoportable”, “No vas a cambiar nunca”, “Siempre portándote mal”, “Nunca terminas las tareas”, “Eres un pesado”, “Mira que eres torpe, no puedes hacer algo tan sencillo”. Frases fuertes, que expresan muchas cosas más que esas pocas palabras. Frases que muchos adultos utilizan, frases que muchos docentes expresan a sus alumnos y, lamentablemente, frases que muchos niños usan con sus compañeros siguiendo el ejemplo de los adultos.

Muchos adultos adquieren el mal hábito de etiquetar, catalogar, encasillar o etiquetar a las personas. Es necesario que reflexionemos sobre este tema, porque tiene consecuencias negativas y peligrosas para el desarrollo de la personalidad de los niños. Cuando somos víctima de los prejuicios, cuando alguien nos ha etiquetado, nuestra autoestima se ve afectada.

Las etiquetas negativas aparecen generalmente cuando los estudiantes demuestran habitualmente una conducta inadecuada. Sin embargo, la solución a esa conducta no está en etiquetar o encasillar a los niños. Dirigirnos hacia ellos así no modificará su conducta ni hará que cambien de actitud. Además, es una falta de respeto hacia los demás. Las etiquetas negativas tienen un gran poder y los niños van a responder en esa proporción a las expectativas que como docentes depositemos en ellos.

Consecuencias de utilizar etiquetas negativas

  • Limitan el desarrollo del niño. Los estudiantes etiquetados podrían pensar: «Si soy así, no puedo cambiar».

  • Los niños se sienten menospreciados. Sienten que son poco valiosos.

  • Se sienten encasillados bajo un concepto. No ven otras opciones.

  • Terminan creyendo e interiorizando la etiqueta que a diario escuchan. Aquello por lo que fue etiquetado se vuelve más fuerte y lo hace sentir que nunca será capaz de cambiar o mejorar.

  • Dan un énfasis mayor a las características negativas. El niño termina creyendo que es su única realidad. Se excluye todo lo bueno y positivo que cada uno tiene.

  • Una etiqueta puede llegar a ser equivocada, exagerada y/o cruel. A veces, el adulto está con un estado de ánimo que no es el mejor y reacciona en forma desproporcionada, sin medir las consecuencias de las palabras que está diciendo.

  • No tienen en cuenta la motivación, el esfuerzo, la determinación, la capacidad, etc. de cada niño. Las etiquetas los anulan, podan sus alas y no se sienten seguros para comenzar a volar.

Las etiquetas pueden estar marcando un problema real que el niño tiene, pero se debe tener muy claro que “ponerles un cartel” no ayuda a solucionar los problemas que puedan existir. Si un alumno tiene un mal comportamiento, no es un alumno malo, es un alumno que necesita atención para saber y comprender las razones de su actitud.

Si un alumno no termina las actividades, no es un alumno irresponsable, es un alumno que necesita atención para saber y comprender las razones por las que no logra realizar las tareas.

Si un alumno se duerme en clases, no es un alumno dormilón, es un alumno que necesita atención para saber y comprender las razones por las que lo vence el sueño en clases.

Y así se podría seguir revirtiendo etiquetas. La solución está en poner más atención como docentes y buscar las causas de esas actitudes o conductas que nos llaman la atención.

Una forma de comenzar a ayudarlos es potenciando las “etiquetas positivas”, aquellas que resaltan las cualidades, para que comiencen a formar parte de una imagen buena, sana y adecuada de ellos mismos. Esas “etiquetas positivas” deben ser reales. Deben confirmar las buenas cualidades que manifiesta el niño.

Las etiquetas positivas

  • Aprovechar toda oportunidad para mostrarles y felicitarlos en cambios positivos de su accionar.

  • Aplaudirlos ante el éxito y animarlos ante el fracaso.

  • Mencionar frente a otros adultos las virtudes y cualidades del alumno.

  • Como docentes, seamos ejemplo de lo que esperamos de ellos.

  • Recordar los logros ya alcanzados.

  • Como docentes, expresemos nuestros sentimientos y expectativas hacia ellos. El diálogo es la mejor opción.

Los docentes cristianos deberían pedir a Dios que les muestre cuál es el tiempo oportuno en la vida de cada uno de sus alumnos. Los docentes, en su ámbito, colaboran en el desarrollo integral de los niños. No solamente informan, también forman.

Hace un tiempo, observé el momento cuando un docente colocó a un niño una nueva etiqueta a las muchas que ya venía cargando… Mis ojos lloraron, pero más lloró mi corazón. Frente a esta situación oré y escribí unas palabras a modo de reflexión:

Espero llegar a tiempo de gritarte lo valioso que eres, para que no escuches y creas lo que dicen por ahí.

Espero llegar a tiempo de darte un abrazo apretado y sincero, para protegerte del azote de gente que no cree en las segundas oportunidades.

Espero llegar a tiempo de demostrarte que eres inteligente, que tú puedes, para protegerte de las voces que te gritan: «Ríndete, no te esfuerces, siempre serás igual».

Espero llegar a tiempo de sonreírte y con una guiñada recordarte que está permitido enojarse, que puedes no estar de acuerdo, pero no debes perder el control.

Espero llegar a tiempo de pedirte perdón por no entender tus reacciones, por no entender tus necesidades, por apartarte en lugar de incluirte.

Espero llegar a tiempo de entender que tus ataques de nervios tienen una razón de ser, quiero escuchar tu corazón errante que quiere florecer.

Espero llegar a tiempo para guiar tu conducta impulsiva hacia caminos que no te destruyan, que no te anulen, pero que te transformen en una persona feliz y activa.

Espero llegar a tiempo de celebrar tus logros, tus triunfos y tus ganas de salir adelante, porque de eso se trata, mi pequeño gran gigante.

Espero llegar a tiempo de apoyarte en todo lo que amas y sueñas como niño, ser un campeón de la vida, un ganador, a pesar de que nadie haya apostado por ti.

Espero llegar a tiempo de contarte que, aunque todos te abandonen, Jesús está listo para escucharte, cuidarte y apoyarte.

Espero llegar a tiempo para decirte que el sonar de tu tamboril hizo que mi corazón entendiera el ritmo al que te gusta vivir.