El director de la escuela
“Un buen director hace con los miembros de su comunidad lo que la primavera hace con los cerezos”. Santos Guerra.

La cita que encabeza este apartado tiene una doble intencionalidad.

Una primera idea, es aquella que revolotea con esa cadencia sempiterna en la mente de quienes miran la escuela: ¿qué es ser un buen director?

Esta idea ha rondado no solo la mente de aquellos que miran la escuela desde el exterior, también la formulan desde el interior de ella. Es una pregunta que recorre los pasillos, el claustro, el patio y donde sea posible obtener una respuesta.

Una segunda idea que justifica la incorporación de la frase de Santos Guerra es: ¿qué hace el director en la escuela? Claramente, muchas tareas.

Para Santos Guerra, el director debe transitar entre tareas burocráticas, de docencia, de representación, de control y de economía. Y otras de carácter más ambicioso, como son las pedagógicas, didácticas y sociales. Aquellas que tienen que ver con establecer relaciones, afrontar conflictos con las familias, con los maestros, los alumnos y con la administración.

Él las categoriza, como se observa en la Tabla 1, en funciones pedagógicamente pobres y ricas.

Funciones pedagógicamente ricas Funciones pedagógicamente pobres
  • Animar proyectos educativos
  • Investigación educativa
  • Creación de un clima favorable
  • Coordinación pedagógica
  • Estimulación de iniciativas didácticas
  • Evaluación interna del proceso
  • Perfeccionamiento docente
  • Tareas administrativas, documentación, etc.
  • Tareas de bricolaje, mantenimiento edilicio, etc.
  • Tareas de control y disciplina
  • Sustitución de docentes
  • Representación institucional

Tabla 1. Funciones directivas de un centro escolar según su relevancia. Elaboración del autor de este artículo basado en el texto de Santos Guerra.

Las funciones pedagógicamente pobres son necesarias, pero no conectan directamente con la calidad del proceso educativo, la mejora de las relaciones y los procesos de cambio. Mientras que las pedagógicamente ricas, encaminan directamente hacia un buen clima, una reflexión sistemática, hacia una investigación sobre la práctica y un compromiso con la mejora.

Aún más, el autor señala que hay directores que, por disponibilidad de tiempo y estructura administrativa, se esconden detrás de los papeles por temor a afrontar las tareas más comprometidas pedagógicamente, pero otros están verdaderamente ocultos y felices en una burocracia impuesta desde la administración.

Antúnez añade que, absorbido por la urgencia, no suele encontrar tiempo para la necesaria reflexión, y recapitulación sobre las estrategias de puesta en marcha de proyectos escolares, principalmente debido a que debe asumir una gran cantidad de trabajo, de naturaleza muy diversa y que debe desarrollarse a un ritmo muy fuerte. Así, la tarea directiva de corte pedagógico es ejecutada de manera muy fragmentada, en periodos cortos.

Campo aclara que el hecho de “dirigir un centro escolar supone ejercer funciones y desempeñar tareas, distintas a los docentes, que son necesarias en la organización de un centro educativo, de modo que el proceso de enseñanza-aprendizaje se realice con la mayor eficacia”.

Sin embargo, ante esta dicotomía instruccional, Antúnez aporta luces bastante críticas y directas, al señalar que “desde las autoridades educativas se promueve, de palabra, una forma de proceder, una práctica profesional determinada, pero después se exige un rendimiento de cuentas que nada tiene que ver con los que estas proponen”.

Campo ahonda en esta situación, señalando que las escuelas y colegios “están administrados en exceso y poco liderados”.

En esta diferenciación de tareas burocráticas y pedagógicas, pareciera necesario potenciar estas últimas, según Blanco, Martínez y Porlán, para quienes “las funciones directivas deberían ser, por sobre todo, pedagógicas. Animar un proyecto educativo, realizar la coordinación pedagógica, estimular iniciativas, evaluar internamente los procesos, favorecer la formación del profesorado en la indagación, el perfeccionamiento y la innovación”.

Santos Guerra, M. A. (2015). Las feromonas de la manzana. Barcelona: Graó.

Antúnez, S. (1998). Claves para la organización de centros escolares. Barcelona: Horsori.

Campo, A. (2010). Herramientas para directivos escolares. Madrid: Wolters Kluwer España S.A.

Antúnez, S. (2012). Una brújula para la dirección escolar. Orientaciones para la mejora. México, D. F: Ediciones SM.

Gago, F. (2006). La dirección pedagógica en los institutos de Enseñanza Secundaria. Un estudio sobre el liderazgo educacional. Madrid: MEC Centro de Investigación y Documentación Educativa.