“El verdadero educador, teniendo presente lo que pueden llegar a ser sus alumnos, reconocerá el valor del material con el cual trabaja. Sentirá interés personal por cada alumno y tratará de desarrollar todas sus facultades” (Elena G. White, La educación, leer la cita online en su contexto)
Saber qué estrategia metodológica escoger para facilitar una mejor educación en los estudiantes es una de las decisiones más relevantes que un docente debe tomar. Es un trabajo serio y consciente que destaca los principios éticos y señala una especial consideración por el desarrollo del proceso educativo que debe llevarse a cabo con equidad y calidad mediante la diversificación curricular y comprendiendo la diversidad de la realidad educativa actual con la que convivimos, además del universo de estudiantes que presentan diferentes motivaciones, preparación y capacidad.
Las metodologías activas no son tan recientes como algunos pueden pensar; en realidad, son prácticas educativas de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se pensó en un movimiento de renovación pedagógico-educativa, una apuesta desarrollada con el objetivo de que el estudiante sea el protagonista de su aprendizaje en un contexto real. Hoy no es tan diferente, ya que el objetivo fundamental para el logro de una educación de calidad es que los estudiantes se encuentren con sus destrezas, capacidades, actitudes e información en un contexto real que promueva en ellos el interés y la curiosidad.
La enseñanza de metodologías activas no solo se centra en el estudiante, sino que además se basa en la capacitación de las competencias propias del saber de la disciplina, con estrategias que conciben el aprendizaje como un proceso constructivo y no receptivo.
Una de las razones principales para trabajar con metodologías activas es un deseo genuino de proporcionar a los estudiantes una comprensión más profunda de lo que aprenden. En muchos casos, los estudiantes simplemente recuerdan lo que necesitan saber para una evaluación y no logran establecer conexiones entre sus aprendizajes. Por lo tanto, aprender a pensar críticamente, razonar a partir de las evidencias, examinar la calidad de sus razonamientos, hacer mejoras mientras piensan y se plantean preguntas, es lo que genera este tipo de estrategia metodológica.
Una docencia de calidad y consciente, se evidencia cuando existen mejoras en los distintos resultados que pueda presentar un estudiante y en una satisfacción general cuando, de forma prudente, se da entrada a metodologías docentes innovadoras, activas y que promuevan aprendizajes con sentido y significativos, más que una enseñanza meramente expositiva.
En definitiva, las metodologías activas ofrecen una alternativa atractiva a la educación tradicional, al hacer más énfasis en lo que aprende el estudiante que en lo que enseña el docente, y esto da lugar a una mayor comprensión, motivación y participación del estudiante en el proceso de aprendizaje.
Concluimos esta breve aproximación a las metodologías activas haciendo énfasis en los conceptos de la educadora Elena de White. Nuestros docentes deben saber reconocer el valor del material con los que trabajan. Un genuino interés personal por cada alumno logrará el éxito en desarrollar todas sus facultades.
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