Usualmente, las clases se planifican con anticipación. Parece un poco raro, pero hay docentes a los que les cuesta seguir una planificación para sus clases. El plan de la clase es el mapa de ruta del docente, si lo sigue al pie de la letra, no tendría por qué improvisar. Sin embargo, la ejecución del plan puede ser flexible, puede variar, adecuarse, modificarse, según sea necesario, pero sin desviarse del tema de la clase.

Cada docente debe planificar los contenidos de cada día, semana, mes o semestre, dependiendo de las directivas de cada institución. Esos contenidos deben estar dentro de un programa de estudios acorde a cada grado. Pero convengamos que cada grado tiene su particularidad. Quizá el planeamiento del año pasado no me sirva con el grupo que tengo ahora. Así que cada grupo requiere de una dedicación diferente.

El plan de clase consta de varias partes que son importantes, como ser: el contenido, las capacidades, los indicadores, los momentos didácticos, etc. Y, dentro de esos momentos didácticos, una parte muy importante es la motivación. ¿En qué consiste? ¿Qué es la motivación de una clase? Verdaderamente, vuelvo a decir, depende también del grupo de alumnos. Porque puede ser que a un grupo le interese mirar una lámina de una página escolar, a otro eso no le llame la atención y debe ser una proyección visual, o quizá salir al patio, escuchar una música, etc.

La motivación es parte inherente de la planificación; sin motivación, el desarrollo de la clase se ve mutilada, carece de sentido. Por lo tanto, podemos tener cuenta algunas de estas sugerencias:

  1. Adecuar el contenido de la clase, teniendo en cuenta los intereses de los estudiantes.
  2. Innovar, no usar siempre lo mismo, eso es tedioso, incluso para el docente.
  3. Ponerse al día con las informaciones para una enseñanza más actualizada.
  4. Partir siempre de los conocimientos previos de los estudiantes.
  5. Utilizar los recursos disponibles, no entrar en gastos innecesarios.
  6. Considerar las adecuaciones curriculares para optimizar recursos.
  7. Evitar saltar los contenidos que se creen “innecesarios”.

Por último, tengamos en cuenta el consejo de una educadora cristiana:

“No todos los jóvenes son capaces de comprender rápidamente las ideas. Si veis a un condiscípulo que tiene dificultades para comprender sus lecciones, explicádselas. Expresad vuestras ideas en lenguaje claro y sencillo. Con frecuencia, las mentes en apariencia obtusas perciben las ideas más rápidamente de un condiscípulo que de un maestro. Sed pacientes y perseverantes, y poco a poco desaparecerán la vacilación y el embotamiento. Recibiréis ayuda en vuestros esfuerzos por ayudar a otros. Dios os dará poder para progresar en vuestros estudios. Él cooperará con vosotros y en el cielo se pronunciarán estas palabras acerca de vosotros: “Bien hecho, buen siervo y fiel” (Elena de White, La educación cristiana, versión online).