“El objetivo del aprendizaje y la educación de adultos es dotar a las personas de las capacidades necesarias para ejercer y realizar sus derechos y tomar el control de sus destinos. Promueve el desarrollo personal y profesional, apoyando así un compromiso más activo de los adultos con sus sociedades, comunidades y entornos. Fomenta el crecimiento económico sostenible e inclusivo y las perspectivas de trabajo decente para las personas. Por lo tanto, es una herramienta fundamental para aliviar la pobreza, mejorar la salud y el bienestar y contribuir a sociedades del aprendizaje sostenibles”. Recomendación sobre aprendizaje y educación de adultos (párr. 8)
Cuando hablamos de escuela, colegio o universidad, generalmente nos vienen a la mente imágenes de personas jóvenes, con todas las ganas, todo el tiempo para estudiar, iniciar y concluir los estudios con el fin de obtener un título; teniendo en cuenta que es lo que les dará la posibilidad de conseguir un buen empleo, tener un negocio y, en consecuencia, vivir de ello.
Los estudios formales son aquellos que iniciamos en la niñez con el nivel inicial hasta la secundaria y terciaria inclusive; se llaman formales porque se rigen por un determinado currículo, un tiempo determinado, un programa, un horario, y, en teoría, deberían llevarse a cabo a cierta edad.
El nivel secundario termina “normalmente” entre los 17 y 19 años. En cambio, la educación terciaria varía en su finalización pues ya depende de la carrera escogida (años del trayecto) y otros factores. En la práctica, una persona podría tener una carrera universitaria terminada antes de los 30 años, si todo sigue de manera “normal”.
Lo dicho hasta aquí supone que ser parte del sistema educativo requiere tener cierta edad. Sin embargo, para el estudio no hay edad, no existe límite de tiempo, iniciamos nuestro aprendizaje al nacer y vamos adquiriendo conocimiento a lo largo de nuestra vida.
Constantemente escuchamos que ciertas personas adultas terminaron la educación primaria, la secundaria e incluso la terciaria. Con orgullo vemos a personas de la tercera edad exhibiendo su título universitario. Entre los Récord Guinness figuran Shigemi Hirata, un japonés de 96 años, quien se ha convertido en la persona de mayor edad del mundo en lograr una licenciatura universitaria. Entre otros, se encuentra el italiano Luciano Baietti con 70 años quien ostenta unos 15 títulos universitarios.
Hoy día existen programas y currículos especiales para personas mayores que quieran iniciar, seguir o concluir sus estudios, desde la primaria hasta la terciaria y por qué no, un postgrado. Solo es una cuestión de voluntad, actitud y mucho apoyo familiar.
Acompañar a los adultos para proseguir sus estudios es fundamental, pues para ellos es un paso muy importante iniciar o retomar los mismos.
Muchas veces solo necesitarán un “no te desanimes”, “tú puedes”, “ya falta poco”; otras veces quizás de nuestro tiempo para orientarlos con algún contenido que les resulte difícil, una ayudita con la tecnología. Debemos tener paciencia, a veces lo que puede parecer muy fácil para nosotros, para ellos no lo es.
Respecto a esto el apóstol Pablo orienta expresando que: “Cuando corrijas a un anciano, no lo regañes; al contrario, aconséjalo como si fuera tu propio padre. Trata a las ancianas como a tu propia madre, a los jóvenes como a tus hermanos, y a las jóvenes como a tus hermanas, es decir, con todo respeto”. 1 Timoteo 5:1-2, versión online.
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