“La obra de los padres precede a la del maestro. Tienen una escuela en el hogar: el primer grado. Si tratan de aprender cuidadosamente cuál es su deber y cumplirlo con oración, prepararán a sus hijos para entrar en el segundo grado, para recibir instrucciones del maestro” (Conducción del niño online).
Desde pequeños los seres humanos son muy frágiles y requieren de protección, cuidados y amor, pero al mismo tiempo necesitan ser educados en todas sus facultades para que en un futuro próximo sean capaces de tomar decisiones que tributen en su bienestar y en el de los demás.
La responsabilidad de educar recae no solo en el sistema educativo instalado en las sociedades civiles sino también en la familia. Por lo tanto, como ambos deben cubrir esta necesidad, se deduce que debe existir o instalarse una relación entre ellos. Es tan serio el deber de educar a un ser humano, que si se realiza esta labor con descuido, sin preparación, con poca seriedad o conciencia, es probable que más adelante lamentemos nuestra falta de preocupación en lo que estamos llamados a realizar, seamos padres o maestros.
En el libro Conducción del niño, la autora declara: “Sobre los padres recae la obligación de dar instrucción física, mental y espiritual. Debe ser el objeto de todo padre asegurar para su hijo un carácter bien equilibrado, simétrico. Es una obra de no pequeña magnitud e importancia, una obra que requiere ferviente meditación y oración no menos que esfuerzo paciente y perseverante. Hay que echar un fundamento correcto, levantar un armazón fuerte y firme, y luego, día tras día, adelantar la obra de edificar, pulir y perfeccionar”.
Es evidente que la sociedad está constituida por familias, y las familias por individuos que decidieron unir sus vidas con esa intención. Pero es justamente esa decisión de formar una familia cristiana lo que motiva al enemigo de Dios a idear maneras de destruir la unión familiar. Su blanco predilecto son las familias, pues si destruye a las familias, resquebraja lo que mantiene unida a toda sociedad humana en su conjunto.
La invitación es estar atentos, velando y orando en todo tiempo, pues se acerca aquel día final cuando el Señor demandará de cada padre, madre y maestro: ¿Dónde está el rebaño que te fue dado, tu hermosa grey? Y todos nosotros quisiéramos responder: …He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.
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