“Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”
1 Samuel 16:7.
¿Qué es lo primero que observas en otra persona? Las respuestas pueden ser variadas, sin embargo el texto citado anteriormente da contestación a nuestra pregunta. Lo que el hombre mira “se encuentra delante de sus ojos”, es decir, lo tangible, lo observable, pero no necesariamente a la persona que vemos y su realidad.
Al iniciar un año escolar/académico, ingresamos al aula con diversas expectativas, y frente a nosotros una cantidad de estudiantes en la misma situación. Entonces los observamos, nos relacionamos con ellos y nuestra mente comienza a creer que ya los conocemos, y vamos clasificándolos por sus actos y rendimiento, lo que genera en nosotros un prejuicio que nos lleva a etiquetarlos y en menos de lo que pensamos la disposición inicial de construir una educación de calidad, con componentes que generen aprendizajes significativos, con buenas prácticas pedagógicas que les desafíen y les conviertan en personas analíticas, con valores, y que desarrollen todas sus facultades, se comienza a difuminar gracias a la influencia de los prejuicios que se gestaron con una observación poco cuidadosa.
“La historia nos enseña que no aprendemos de la historia” John Gurdon, fue un estudiante que recibió un veredicto poco alentador de parte de su profesor quien dijo: “Su rendimiento, sus resultados, son insatisfactorios. No asimila bien. Las notas donde apunta sus experimentos están rasgadas y confusas. A menudo se encuentra perdido, porque no escucha. Insiste en hacer las cosas a su manera. Me ha llegado la noticia de que quiere ser científico. En las circunstancias actuales, me parece algo ridículo. Si no puede ni siquiera aprender las bases de la biología, no tiene posibilidades de desempeñar el trabajo de un especialista. Sería una pura pérdida de tiempo no solo para él, sino también para los que deberán enseñarle”. Medio siglo después de este juicio demoledor, en el 2012, a sus 64 primaveras, Gurdon gana el premio Nobel de Medicina.
Hoy la historia nos indica que triunfar en el colegio de niños no es garantía de éxito profesional de adultos, ni el ser un mal estudiante tampoco es una condena de por vida. Más de un genio consagrado fue un auténtico desastre en la escuela. Por lo tanto en la medida que veamos a los estudiantes como seres integrales y tengamos la disposición de entregarles la mejor educación siempre existirá una esperanza. Por eso…“…No mires lo que está delante de tus ojos…” siempre hay algo más por descubrir.
Deja tu comentario