“La permanencia, la perseverancia y la persistencia, a pesar de todos los obstáculos, desalientos e imposibilidades: es lo que distingue las almas fuertes”  Thomas Carlyle.

Iniciaremos esta reflexión considerando algunas definiciones de perseverancia: “Valor que radica en la resolución y esfuerzo que se utiliza para alcanzar una meta u objetivo” “Fuerza de voluntad que nos lleva a concluir algo que nos propusimos hacer, aunque surjan dificultades internas o externas, o a pesar de que disminuya la motivación personal”  “Valor por el cual todos los otros valores dan su fruto” (ver definición del Diccionario de la Real Academia Española online).

Al considerar las definiciones mencionadas es posible visualizar que educar la perseverancia en los niños contribuye a cimentar la confianza en ellos mismos y en sus capacidades para realizar cualquier objetivo que se propongan. Esto fortalecerá su formación integral y la proyección que tengan como seres humanos. Un ejemplo potente sobre esta temática es el de la experiencia de Tomás Edison, inventor de la bombilla y de muchas otras cosas. Edison fue un hombre de gran inteligencia, pero que no disfrutó del éxito con la frecuencia que podríamos pensar. Tuvo diez mil esfuerzos fallidos antes de crear una batería para almacenar electricidad. Alguien le preguntó si no se desanimaba por esos intentos sin resultado. Edison respondió: ¿Sin resultado? Al contrario, ahora conozco diez mil cosas que no funcionan. Esta actitud frente a la adversidad demuestra el valor de la perseverancia, una Actitud Mental Positiva (AMP), como lo llamara mi padre. Otro ejemplo de perseverancia es el de Sir Winston Churchill quien repitió tres veces en la escuela el octavo año debido a que le costaba aprender. Es algo irónico que años después, ¡la Universidad de Oxford le pidiera pronunciar el discurso de la fiesta de graduados! Ese día el público lo ovacionó y Churchill, mientras se paraba firmemente delante de sus admiradores, mirando a la ansiosa audiencia, a viva voz declaró: “¡Nunca se rindan!”. Luego de algunos segundos, gritó nuevamente: “¡Nunca se rindan!” Ese discurso de graduación de seis palabras de Churchill fue sin duda el más corto y elocuente jamás pronunciado en Oxford.

Educar la perseverancia en los niños es una tarea necesaria, continua y pensada. Por lo tanto, más que sugerir una lista de ideas de cómo fortalecer este valor, quizás lo más importante es invitarles a la reflexión. Observemos más, contemplemos al Salvador, aprendamos de la historia y apoyemos con vehemencia la construcción de este valor que en definitiva es un gran componente para el logro del éxito que deseamos en los niños. Por ello, es relevante considerar que los contextos son fundamentales, y que el aprendizaje de la perseverancia se facilitará en el proceso de socialización de la familia, la escuela y el entorno social. De ahí que nosotros como maestros, padres y personas que rodean y educan a los niños y niñas debemos pensar la educación con la conciencia de que nuestro ejemplo contribuirá a fomentar este valor que se ha ido diluyendo en el tiempo.