Creía tener vasta experiencia enseñando a estudiantes de educación básica, pero 2014 marcó mi vida al trabajar con un grupo particular. El reto lo asumí con expectativa, y me dejó grandes lecciones, que aplico día a día como docente.
Así comenzó todo:
Veinte niños con características particulares de su edad. Activos, saltarines, alegres, cariñosos, inquietos, sinceros, llamando la atención al docente con su comportamiento individualista y egoísta, con alto tono de voz al momento de contestar a una pregunta y poco respeto por los turnos al hablar. Sensibles cuando los critican, pero poco sensibles al momento de criticar.
Forman parte del grupo: una niña autista dentro del espectro más profundo, uno con asperger, otro con TDAH medicado y cinco estudiantes de aprendizaje lento. El inicio fue difícil, debido a que por primera vez trabajaba con un grupo de capacidades tan diversas.
Varios retos que cumplir:
Desde las neurociencias se recomienda en primer lugar poder tranquilizar al alumno de manera serena y cariñosa, liberando así la oxitocina que contrarresta la secreción del cortisol. Una vez que se ayuda a disipar las emociones desagradables con afecto, se sugiere colaborar en ponerle nombre a lo que le pasa y siente (Álvarez, 2017). Por otro lado, cuando un alumno se encuentre bloqueado con el contenido, es beneficioso darle un espacio para salir a tomar agua y descontracturarse para volver a retomar la evaluación más tarde. También es atinado ayudarlo con una breve introducción a la temática a desarrollar, en caso de que no pueda comenzar con la respuesta espontáneamente. Finalmente, recordar que emplear diversos formatos y modos de evaluación les dan la posibilidad a los estudiantes de poder expresar lo que aprendieron. Diferentes métodos y varias instancias pueden ser más representativas del proceso de adquisición de un aprendizaje, que evaluar en una sola instancia y de una única manera.
Investigar a profundidad, sobre dificultades de aprendizaje y estudiantes con capacidades distintas.
Trabajar en equipo junto a profesionales y padres.
Propiciar un ambiente acogedor para los estudiantes, considerándolo un espacio de aprendizaje a través del juego y el canto.
Mostrar a Jesús a través de actividades que eleven los pensamientos de los niños hacia él.
Conseguir que todos los estudiantes participen en las diferentes actividades de enseñanza – aprendizaje, integrando a sus compañeritos que requerían más atención.
Trabajar personalizadamente con los estudiantes de capacidades diferentes para que adquieran las respectivas destrezas, adaptando el currículo a cada necesidad.
Estimular la participación de todos los estudiantes en los programas organizados por la institución.
Desarrollar estrategias metodológicas que integren a los estudiantes, creando un verdadero ambiente de compañerismo y lazos de amistad fuertes que toleren las diferencias, manifestando amor y preocupación los unos por los otros.
¿Cómo lograr cumplir los retos?
Cada mañana y cada noche acudí a los pies de Jesús, quien como mi Señor y Maestro de los maestros. Me enseñó que con mucho amor y firmeza, el grupo saldría adelante, sin perder de vista los retos. Durante el año escolar, los niños fueron formándose y al finalizar el periodo manifestaron sus capacidades al máximo.
Parte de los resultados obtenidos fueron:
En lo espiritual: Se convirtió en un grupo reverente, cohesionado, amigable, participativo, colaborador; preocupándose los unos por los otros y demostrando valores.
En lo académico:
La niña autista se convirtió en experta en el área de matemáticas y expresaba mucho cariño por sus compañeros.
El niño con Asperger fortaleció su capacidad por la narración y la dramatización.
El niño con TDAH llegó a ser un verdadero poeta, quien cautivaba al público, ya que no temía presentarse delante de un grupo grande de personas.
Los niños de aprendizaje lento normalizaron su ritmo y los demás avanzaron normalmente aprendiendo a incluir a los demás en la vida, respetando las diferencias.
Lo que parecía imposible, Dios lo hizo posible, por lo que alabo su nombre.
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