Es irónico que, en esta era de comunicación masiva en el mundo, en nuestra casa haga falta más comunicación.
Por todos los medios salen artículos relacionados con la falta de comunicación en las relaciones humanas. Aunque parezca imposible, aún conviviendo bajo el mismo techo, algunos miembros de la familia pueden sentirse aislados o alienados. Ya sea entre padres e hijos, entre hermanos o entre parejas, el aislamiento social a causa de la pandemia covid-19 está revelando graves problemas de comunicación intrafamiliar. Muchas familias han perdido el tiempo de diálogo, las conversaciones graciosas, los consejos o las anécdotas. Algunos se limitan a compartir “memes”, chistes u otro tipo de publicación irrelevante.
Para que haya verdadera comunicación entre dos personas debe existir un tema del que hablar y, por qué no, un lugar para hacerlo. En el caso de padres e hijos, muchas veces resulta difícil, aunque no imposible, entablar un diálogo. Todo depende de la edad de los hijos, de cómo están siendo educados o hasta del ambiente socioeconómico.
Podemos tomar algunos consejos bíblicos para que la comunicación sea exitosa.
Santiago 1:19. “Recuerden esto, queridos hermanos: todos ustedes deben estar listos para escuchar; en cambio deben ser lentos para hablar y para enojarse” (versión Dios Habla Hoy, DHH, online). Un dicho popular dice: “Dios nos ha dado dos orejas y una boca; para oír más y hablar menos”. Entonces, es sumamente importante escuchar: escuche a sus hijos, aunque a usted le parezca un tema sin demasiada importancia, para ellos la tiene. No se apresure a emitir una opinión, escuche atentamente, luego opine y deje para lo último la crítica.
Efesios 5: 15-16. “Por lo tanto, cuiden mucho su comportamiento. No vivan neciamente, sino con sabiduría. Aprovechen bien este momento decisivo, porque los días son malos” (versión DHH online). El tiempo es como el agua, se escurre de nuestras manos. Cada vez tenemos menos tiempo; andamos a las corridas, detrás de todo tipo de compromisos, pasando por alto a quienes tenemos a nuestro lado. Ya no nos tomamos un rato para charlar, para recordar anécdotas o simplemente para hacer un recuento de nuestro día con la familia. Un simple “¿Qué tal tu día? podría hacer grandes diferencias en la comunicación con nuestros hijos.
Efesios 6:4. “Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino más bien edúquenlos con la disciplina y la instrucción que quiere el Señor” (versión DHH online). Este es el consejo del apóstol Pablo: los padres somos parte del problema de la falta de comunicación. No olvidemos que somos ejemplo para nuestros hijos. Si ellos no ven armonía y comunicación entre nosotros, ¿cómo podemos pretender que ellos la logren? Otro punto que se puede tomar de este pasaje bíblico es el tratar de no juzgarlos. Por supuesto, eso no quita llamarles la atención cuando están errados, ese es nuestro deber como padres. Pero a veces pretendemos que sean perfectos y olvidamos que son humanos y tienen todo el derecho de equivocarse y aprender de sus errores como lo hicimos nosotros.
Efesios 4: 29. “No digan malas palabras, sino sólo palabras buenas que edifiquen la comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen” (versión DHH online). Lo que decidimos pronunciar debería ser siempre para edificar. No significa que, de ser necesario, tengamos que corregir y mantener la disciplina. Pero, aún en esos momentos, lo más importante es usar las palabras para edificar, para construir. Recordemos que la personalidad y el carácter de nuestros hijos está en formación. No aportemos materiales de baja calidad a la obra de sus vidas mediante palabras que no vamos a poder retirar jamás una vez pronunciadas.
Hebreos 12:11. “Ciertamente, ningún castigo es agradable en el momento de recibirlo, sino que duele; pero si uno aprende la lección, el resultado es una vida de paz y rectitud” (versión DHH online). De este texto resaltaré que, tarde o temprano, los hijos se dan cuenta de que todo lo que hicimos por ellos, incluso aquello que les fue desagradable en el momento, lo hicmos porque los amamos y queremos lo mejor para ellos.
Cada persona es diferente. No podemos aplicar un mismo método o fórmula para lograr una verdadera comunicación con todos. Pero, lo más importante es acercarnos y relacionarnos con amor y respeto, sin prejuicios, con paciencia, con empatía. Si aplicamos estos consejos, sin dudas, la comunicación será más amena y cada día estaremos más unidos a nuestros hijos.
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