“Tú debes temer a Dios. Porque cuando los sueños aumentan, también aumentan las palabras huecas.” –Eclesiastés 5:7, versión Reina-Valera Contemporánea online.
Si consideramos el impacto que podemos tener en la vida de nuestros estudiantes, no podemos conformarnos con ser docentes frente a una clase durante algunas horas de algunos días del período lectivo. Nuestra vocación va más allá, así como la influencia positiva que podemos crear a través de nuestra práctica docente. Ya sea que hablemos o dejemos de hablar, con nuestra mirada, nuestra imagen personal, todo el tiempo, dentro y fuera del ámbito escolar, somos observados por la vocación que hemos elegido.
Hace pocos días atrás, mi hija me pidió que respondiera la pregunta: ¿Qué es y qué hace un influencer? Contesté que es alguien capaz de influir o influenciar a otros, es decir, que sus palabras y actos tienen algún efecto sobre muchas personas. En este sentido, todo docente es un influencer para la vida de los estudiantes. Depende de nosotros si esa influencia será positiva o negativa.
Ya estamos bastante familiarizados con el término influencer. Por lo general, aparecen en las redes sociales, del otro lado de la pantalla de nuestros hijos y estudiantes, motivándolos a consumir tal o cual producto, recomendándoles algunas series o películas, aconsejándoles cómo vestirse o alimentarse, cómo hacer recetas fáciles o saludables, entre otros muchos temas.
En otras palabras, gracias a los influencers, las pantallas se han convertido en un menú interactivo. Mientras los usuarios consumen uno tras otro los contenidos preparados para ellos, se van dejando influir casi inconscientemente. Entonces, ¿cuál es la tarea del docente en esta realidad? Sin duda, no estamos proponiendo que cada docente imite a los influencers de las redes sociales, sino más bien utilizar las herramientas que tenemos como educadores para llegar a nuestros alumnos de la mejor manera.
Como primer paso, deberíamos colocarnos en el lugar de ellos, de nuestros alumnos con sed de conocimiento, con ganas de aprender a vivir y con ansias de “comerse el mundo”, como se suele decir. Por supuesto, no debemos olvidar que los primeros en darles esas herramientas son los padres, tutores o personas con las que conviven en la casa. Pero sabemos bien que muchas veces terminan viendo a sus profesores como modelos y ejemplo de vida, como héroes incluso, más en los primeros años de escolaridad. Entonces, para responder la pregunta de este artículo, podemos decir que impacta la forma en que los tratamos. Algunos estudiantes suelen identificarse más con un docente y otros, con otro. La ley de la vida indica que todo docente primero fue estudiante. Muchos docentes aún siguen estudiando y todos sabemos de primera mano cuán importante es que se nos tenga en cuenta, que nos tratemos con respeto y justicia imparcial, pues esa persona que nos está impartiendo valiosos conocimientos es también un referente fuera del ámbito escolar. Un verdadero docente se interesa en los gustos de sus estudiantes, pero sin parecer entrometido, demuestre que realmente quiere enseñar y aprender al mismo tiempo, que su tarea no es una carga horaria o el mero cumplimiento de un programa.
Como docente cristiana, me gusta pensar en los alumnos que ya pasaron por mis salas de clase; quizás ya son profesionales, padres de familia, y sus hijos están en edad escolar. He escuchado sus sueños y metas sin juzgarlos, aunque a veces fui tentada a traerlos rápidamente a la realidad y decirles que eran metas casi imposibles, los motivé a seguir estudiando y a perseguir esos sueños.
Los docentes tenemos el enorme privilegio de influir en nuestros estudiantes y a veces la vida nos devuelve la alegría de ver en persona la concreción de lo que nos contaron, o leer sus publicaciones en las redes sociales, donde cuentan a la distancia sus logros. No hay felicidad más grande que esta para un maestro. Y el mayor anhelo de un docente con vocación cristiana, sobre todo, es ver que nuestros alumnos deseen también alcanzar el cielo, y aprender juntos del mejor Maestro. Esa gran misión únicamente la podremos lograr al estar más cerca de Jesús y reflejar un poco de su grandiosa luz a nuestros alumnos, basándonos en el amor, la tolerancia, la paciencia y otras virtudes de su carácter. Pidamos sabiduría cada día a Dios para ser luces donde nos toque estar.
Para concluir, comparto una cita de la escritora y educadora Elena de White:
“Todo maestro debe recibir diariamente instrucción de Cristo, y debe trabajar constantemente bajo su dirección. Es imposible que comprenda o cumpla correctamente su trabajo a menos que pase mucho tiempo con Dios en oración. Únicamente con la ayuda divina combinada con su esfuerzo ferviente y abnegado, puede esperar hacer su trabajo bien y sabiamente.” (Consejos para los maestros, versión online).
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