Según el teórico norteamericano David Ausubel (1918-2008), el aprendizaje significativo es el tipo de aprendizaje en que un estudiante relaciona la información nueva con la que ya posee, reajustando y reconstruyendo ambas informaciones en este proceso. La estructura de los conocimientos previos condiciona los nuevos conocimientos y experiencias, y estos, a su vez, modifican y reestructuran aquellos. Este concepto y teoría están enmarcados en la teoría de la psicología constructivista.
Como máximo representante del paradigma constructivista, podemos mencionar al psicólogo y biólogo Jean Piaget (1886-1980), quien, a partir de haberse convertido en padre, pudo profundizar más sobre la pedagogía en sí, observando a sus hijos. Él considera al estudiante como gestor de su propio aprendizaje, partiendo de las experiencias previas como base para construir los nuevos conocimientos. Los niños deben aprender estrategias cognitivas que les servirán de herramientas, las cuales facilitarán el proceso de la información y de esa manera podrán construir su propio aprendizaje.
El aprendizaje significativo requiere de ciertos elementos:
Participación activa del estudiante, donde la atención se centra en el cómo adquirir aprendizajes.
Los conocimientos previos deben estar relacionados con aquellos que se desean adquirir, de manera que les sirvan de base o punto de apoyo para los nuevos conocimientos.
Impulsar al estudiante para que sea constructor de su propio aprendizaje, haciéndolo más autónomo.
Crear nuevos esquemas del conocimiento.
Desarrollar un amplio conocimiento metacognitivo, de modo que se pueda integrar y organizar los nuevos conocimientos.
Incorporar nueva información a la estructura mental, para que pase a ser parte de la memoria comprensiva.
De acuerdo con esta teoría, el docente pasa a desempeñar el papel de guía, facilitador y/o mediador; se convierte en un profesional reflexivo y crítico. El docente se desempeña como orientador y establece una buena relación interpersonal con los alumnos, basada en valores como el respeto, la tolerancia, la empatía, la honestidad y la convivencia armónica. Todo ello produce un ambiente óptimo de aprendizaje.
No podemos olvidar al Gran Maestro y Pedagogo Jesucristo, cuyos métodos siguen dando excelentes resultados. Tal como describe la escritora cristiana Elena de White:
“Cristo se percataba de las posibilidades que había en todo ser humano. No se dejaba impresionar por una apariencia poco promisoria o un ambiente desfavorable. Llamó a Mateo cuando estaba en el banco de los tributos, y a Pedro y sus hermanos les pidió que dejaran el bote del pescador para que aprendieran de él… En la obra educativa de hoy se necesita prestar el mismo interés personal y la misma atención al desarrollo individual. Muchos jóvenes que aparentemente no son promisorios, están ricamente dotados de talentos que no usan. Sus facultades permanecen ocultas a causa de la falta de discernimiento de sus educadores. En más de un muchacho o una niña exteriormente tan desprovisto de atractivos como una piedra sin pulir, se hallaría material precioso que resistiría la prueba del calor, la tormenta y la presión. El verdadero educador, teniendo presente lo que pueden llegar a ser sus alumnos, reconocerá el valor del material con el cual trabaja. Sentirá interés personal por cada alumno y tratará de desarrollar todas sus facultades. Por imperfecto que sea, se estimulará todo esfuerzo hecho por armonizar con los principios justos» (https://m.egwwritings.org/es/book/1702.1164#1175)
Actuemos de acuerdo con nuestra formación y conocimiento de las teorías que harán que nuestros alumnos no solo adquieran conocimientos, sino también estarán formados y preparados para enfrentar los trajines de la vida.
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