Todos los hombres cometen errores, pero solamente los hombres sabios aprenden de sus errores. -Winston Churchill.

El error generalmente ha sido observado como un desajuste entre lo que se espera y lo que se obtiene en términos pedagógicos. Sin ir más lejos, al retroceder en el tiempo, a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX los estudiantes que no lograban los aprendizajes previstos eran duramente sancionados, castigados y rápidamente catalogados con poco potencial para aprender. Un buen ejemplo es el gran genio que llevó la luz eléctrica a los hogares, Thomas Edison (1847-1931), quien al menos en tres oportunidades de acuerdo a su periplo escolar, fue expulsado de colegios por el simple motivo de que varios de sus maestros consideraron que sería incapaz de aprender, ya que presentaba una gran desconcentración.

Aunque el error en sí no es agradable para quien lo comete, por los resultados (vergüenza, dolor, humillación frente a otros por desconocimiento por ejemplo, etc.) hoy en día se está logrando observar de una manera más amigable, ya que en el caso educativo, provee información a los docentes respecto a la situación de cada estudiante en sus aprendizajes, ya sea por evaluaciones escritas u orales, conversatorios en aula, diagnósticos de conocimiento previo, entre otros, incluso cuando presentan déficits de aprendizaje como el caso recién mencionado del párrafo anterior.

El error, puede llegar a ser un elemento fundamental para que los niños puedan aprender. De hecho, el error es una oportunidad de retroalimentar conocimientos que no fueron internalizados, también puede llegar a ser un indicador del proceso, permitiéndonos indagar sobre los conceptos en que los estudiantes requieren mayor apoyo, facilitando la detección de estrategias que incentiven el aprendizaje, considerando el contexto en que surgen las dificultades para adquirir el conocimiento, re estructurando los objetivos de manera flexible de tal forma que se logren los aprendizajes.

Sin embargo, no puedo dejar de mencionar que, en el ámbito educativo, impera “el resultado”. Por ejemplo, si las calificaciones de nuestros estudiantes son brillantes, se asume que aprendieron, pero, ¿realmente es así? Lo cierto, es que, si somos honestos, incluso con nosotros mismos, cuando se estudia para algo específico, en un momento específico, nadie nos asegura que ese conocimiento se fijará en nuestra memoria como un aprendizaje significativo, lo que nos lleva a pensar que no necesariamente, hemos aprendido. Lo cual, también es un error. Por lo tanto, el error claramente es una herramienta de aprendizaje para la vida y al ser parte integral de nosotros como seres humanos, nos enseña lecciones de gran valor que pavimentan un camino de mejora continua.

En la historia de nuestro viejo mundo, solo una persona jamás cometió un error, el amado Benefactor de los hombres, el salvador Jesús, quien al mismo tiempo miró a la humanidad y a sus discípulos (alumnos) con ternura, con misericordia, con amor, dándoles una y otra vez diversas oportunidades para aprender. La invitación en este breve texto, es que, como docentes podamos ver de esta misma manera a nuestros estudiantes, con paciencia, misericordia y amor y que al enfrentarnos “al error” lo consideremos simplemente como una herramienta y oportunidad para mejorar los aprendizajes de nuestros estudiantes.