Mucho de lo que influye en nuestra vida diaria transcurre puertas adentro, en nuestro círculo familiar más cercano. A veces, algunas preocupaciones que para otros podrían no ser un problema, logran distanciar a los miembros de la familia.
Pareciera que cada uno está ensimismado en sus propios problemas y no logra ver más allá de su situación particular momentánea. Esto se evidenció aún más durante el aislamiento impuesto por la pandemia de Covid-19. Se reportaron problemas de convivencia por tener que compartir un espacio reducido, por lo general, un departamento, especialmente en las grandes ciudades.
Para aliviar estas tensiones, la naturaleza tiene una forma maravillosa de captar nuestra atención. Por eso, aunque vivas en un edificio de departamentos, en una gran ciudad, observa el mundo natural y encontrarás que está lleno de enseñanzas para sobrellevar mejor la vida familiar y social. En la Palabra de Dios encontramos numerosos ejemplos de todo lo que la naturaleza nos brinda.
“¡Anda, perezoso, fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y adquiere sabiduría! No tiene quien la mande, ni quien la vigile ni gobierne; con todo, en el verano almacena provisiones y durante la cosecha recoge alimentos” (Proverbios 6:6-8, Nueva Versión Internacional online).
De las insignificantes hormigas podemos aprender a ser trabajadores diligentes, a no dejarnos llevar por la pereza y, sobre todo, a ser previsores, proyectando nuestro futuro. Es importante ahorrar una parte de nuestros ingresos, no necesariamente para una emergencia, sino para poder tener una economía más holgada.
“Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?” (Mateo 6:26-32, NVI online).
La enseñanza de las aves es que no debemos vivir tan preocupados. Jesús está diciendo que somos su preciada creación y que siempre proveerá lo que necesitamos. El Señor está pendiente de sus hijos, somos valiosos a sus ojos, su especial tesoro. Él desea que vivamos confiados en la promesa de que es un Dios sustentador.
También podemos aprender lecciones de aquellos habitantes silenciosos en nuestros hogares. ¿Quién no ha visto una araña, aún en los pisos más altos de los edificios? Estos pequeños seres tienen una peculiaridad interesante de la que podemos aprender. Se distribuyen por todo el mundo, excepto en los lugares muy fríos. Se ubican en rincones estratégicos para tejer sus redes y de esa manera atrapar a sus presas. Debemos usar nuestra inteligencia y los instintos que el Señor nos da para construir estratégicamente nuestros planes de vida. Puede ser un plan para estudiar, conseguir un trabajo o construir una casa. Todo es cuestión de analizar muy bien las ventajas y desventajas, buscar a Dios en oración y obedecer lo que nos ha indicado en su Palabra.
Algo más que podemos aprender de la naturaleza está en la famosa parábola del sembrador, registrada en Lucas 8:4-15. Voy a destacar solamente el caso de la semilla que cayó en buena tierra fértil. Debemos considerar que una semilla pasa por un proceso bastante difícil para poder germinar. Debe adaptarse al suelo, recibir los nutrientes y además esperar los agentes externos, luz y agua. El ser humano también necesita un “buen suelo”, es decir, fundamentos morales, tener buenos principios, lo que será la base de su vida; sin descuidar los agentes externos, que es el ambiente donde se desarrolla. Todo eso servirá para que su crecimiento integral tenga un buen resultado.
Esos efectos positivos en la vida no solo servirán para uno mismo. Así como indica la parábola, la buena semilla dará su fruto abundante. Entonces, nuestra influencia servirá para que otros se nutran de todo lo que tenemos para dar.
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