Un hijo es el mayor regalo que podemos recibir de Dios, es la confirmación de que somos sus criaturas y que, en cierta forma, ha compartido con nosotros la capacidad de ser cocreadores con él. No solamente los padres biológicos, también los que deciden ser padres de corazón reciben una bendición especial de Dios, ya que, de esa forma dan la oportunidad a ese niño o niña de ser parte de algo tan grande como una familia.
Existen distintos tipos de familias; no vamos a catalogar aquí cuál sería el modelo ideal de familia, ya que la sociedad hoy día tiene en cuenta diferentes modelos de familias. La familia establecida por Dios está compuesta por ambos padres y los hijos, pero teniendo en cuenta el contexto en que actualmente estamos, no podemos tomar eso como referencia.
“La familia es el conjunto de personas unidas por vínculos de matrimonio, parentesco o adopción. Es considerada como una comunidad natural y universal con base afectiva, que influye en la formación del individuo y tiene interés social. Se dice que es universal, ya que a lo largo de la historia, las civilizaciones han estado formadas por familias. En todos los grupos sociales y todos los estadios de la civilización, siempre se ha encontrado alguna forma de organización familiar. La familia se ha modificado con el tiempo, pero siempre ha existido, por eso es un grupo social universal, el más universal de todos”. (fuente: ConceptoDefinición)
“En cuanto a los niños, la familia tiene por función formarlos para que estos aprendan a salir de sí mismos y a relacionarse con las demás personas en igualdad, respeto a las necesidades y diversidad”. (fuente: Significados)
Todos los miembros de la familia son importantes, cada uno de ellos cumple un rol imprescindible; pero vamos a enfocarnos en los hijos, esos miembros más sensibles y vulnerables de esta “sociedad”. Los adultos estamos cumpliendo con nuestra función de guías, mentores, líderes. Damos pasos que nuestros hijos puedan seguir o imitar para que ellos por sus propios medios puedan desarrollarse en la vida.
El título de este artículo hace mención al hecho de “mimar o malcriar”. He escuchado a muchos padres decir: “ya no sé qué hacer con mi hijo”; “no me hace caso”; “no le gusta nada de lo que le doy”; “él no come esto o aquello”, y muchas otras frases, incluso peores. ¿Qué estaremos haciendo mal? ¿Será que, como padres, estamos olvidando nuestra función de “formadores”? Darles gustos a los hijos es bueno, dependiendo de cuál sea ese gusto; no hay que facilitarles todo lo que piden o todo lo que quieren. Muchas veces solo prueban hasta dónde cedemos a sus caprichos, también necesitan que les pongamos límites; es una forma de sentirse queridos.
Según la escritora cristiana Elena de White:
“La edificación del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos y nunca antes ha sido su estudio diligente tan importante como ahora. Ninguna generación anterior fue llamada a hacer frente a problemas tan importantes; nunca antes se hallaron los jóvenes frente a peligros tan grandes como los que tienen que arrostrar hoy”. (La educación, versión online)
En resumen, los adultos del núcleo familiar somos responsables de:
Brindar amor, contención y apoyo a los hijos; demostrándoles cariño a través de acciones y palabras.
Compensar tiempo de calidad si no se puede dar en cantidad.
Supervisar las actividades que realizan de acuerdo a la edad, mostrando interés por las mismas.
Fomentar la formación del carácter a través de límites claros.
Proveer lo necesario para su desarrollo integral.
Educar todo lo que se pueda. Corregir con amor.
Seguir el ejemplo de nuestro Padre amante y celestial.
Leer artículos o libros que nos ayuden o aconsejen a educar mejor a nuestros hijos, todo lo que sea posible.
Mejorar nuestra comunicación con los hijos.
Los mimos combinados con la buena crianza, nunca están de más.
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