¿Alguna vez te has preguntado si tus hijos entienden exactamente lo que quisiste decir? O mejor aún, ¿entendiste con claridad lo que tus hijos quisieron decirte sin escandalizarte, interrumpirlos o corregirlos antes de que terminaran de hablar?
Como psicóloga infantojuvenil habitualmente conozco niños o adolescentes opositores, que manifiestan conductas desadaptativas, no siguen las normas, generando dificultades sociales y serios problemas con sus progenitores y con su círculo familiar más amplio. Es necesario un trabajo de reconocimiento del contexto, conversaciones intrafamiliares, revisión de creencias, costumbres y hábitos y, al culminar el periodo de evaluación e iniciar el proceso de intervención, comenzamos ayudando a los padres a identificar qué mensaje están enviando y qué mensaje están recibiendo de sus hijos. Si los padres tan solo aprendiesen a escuchar y hablar, muchos de estos problemas disminuirían y el sistema familiar se equilibraría «mágicamente», aunque sabemos que no es magia, sino más bien concentrarnos en prestar atención al otro y no suponer que los demás -incluso nuestros hijos- actuarán de acuerdo con el modelo que está en mi cabeza; es decir, cumplirán «mis» expectativas. Por eso, hoy quisiera compartir algunas claves sencillas pero importantes.
Escuchar antes de hablar. Si quieres que te escuchen, debes escuchar primero a tus hijos. Ellos están aprendiendo a vivir, a defenderse, a resolver situaciones. Por lo tanto, si no los escuchas, ¿quién más lo hará?
Entender antes de juzgar. Luego de escuchar, esfuérzate por ENTENDER por qué tu hijo llegó a esa creencia o conclusión. Entender no significa que lo aceptas o que estás de acuerdo, pero será más fácil conciliar posiciones en conflicto si ambos entienden el punto de vista del otro.
Ponte a su mismo nivel físicamente. Muchas veces los padres se sienten seguros de tener la razón y muy posiblemente la tengan, pero en su lenguaje corporal se manifiesta un aire de superioridad que genera rechazo en vez de aceptación. Tus hijos tienen dudas, temores y preocupaciones, así que solo agáchate un poco, míralos, escucha, entiende y recién después, habla.
Confronta las expectativas que tienes de tus hijos con la realidad. No esperes que actúen conforme a tus anhelos, recuerda que estás criando a otro ser humano, con otra personalidad y con otra perspectiva de las situaciones. Acéptalo.
Demuéstrales amor. Por sobre todo, no olvides demostrar amor a tus hijos. Más allá de lo que piensen, digan o hagan. Si ese mensaje queda claro y llega claro, la resolución de los problemas es segura.
A medida que nuestros hijos van creciendo, sentimos que se va abriendo poco a poco una brecha entre ellos y nosotros. Pero si sigues estas pautas, estoy segura que veremos adultos exitosos y felices.
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