Desafíos del retorno a la presencialidad
“Pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio…” Salmos 91:4, Nueva Versión Internacional online.

La pandemia obligó a atravesar un período de aislamiento de la población. El estar confinados en nuestros hogares impactó negativamente en el sistema educativo. Las estadísticas previas a la pandemia mostraban una brecha que el aislamiento simplemente aumentó, generando consecuencias lamentables en distintas líneas.

La continuidad del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el concerniente a educación (ODS 4) se vio debilitada, particularmente por el escaso acceso a la tecnología que afecta a los hogares más vulnerables de la sociedad.

Los desafíos para el retorno a la presencialidad fueron variados y el regreso a las aulas significó un movimiento en distintas dimensiones. Como sociedad, nos replanteamos las responsabilidades y la postura educacional frente a esta nueva realidad. La salud mental se convirtió en protagonista no solo en el área escolar, sino también en la ciudadanía en general. La infraestructura de las escuelas, también fue un tema relevante, donde se necesitó tener la seguridad de que estuvieran en condiciones para recibir a la comunidad educativa, especialmente en lo que se refiere a la higiene. Los docentes debían estar capacitados, no solo en el área tecnológica, sino además estar preparados para proporcionar contención emocional a los estudiantes, sus familias, y al mismo tiempo tener la certeza de que sus empleadores les darían un respaldo al cubrir sus necesidades laborales respecto a la facilidad y flexibilidad del retorno a la presencialidad. Por lo tanto, la escuela claramente se convirtió en un espacio de contención socioemocional y físico.

Volver a la presencialidad significó refrescar la mirada académica tradicional por una más dinámica y en evolución constante. Si bien la formación en la virtualidad manifestó su utilidad, no tiene comparación con la educación presencial, donde las interacciones entre los distintos miembros de la comunidad educativa (docentes, directivos, estudiantes, padres, etc.) potencia un desarrollo mayor en las distintas áreas del ser. Es posible observar la necesidad que tenemos como seres humanos del contacto con otros para un desarrollo armónico e integral y la necesidad de confianza para generar vínculos virtuosos tan importantes para el logro de las distintas áreas del individuo.

Reflexionando en la promesa bíblica con la que iniciamos este artículo, es bueno contar con la plena certeza de que alguien siempre estará ahí para cubrirnos, protegernos y amarnos. Esta realidad nos permitirá generar aquella seguridad tan necesaria para avanzar con confianza en los caminos de la vida, fomentando relaciones afectivas, habilidades genéricas y, entre otros, aquellos valores que disminuyen las brechas que se abrieron en las distintas culturas y subculturas de nuestra sociedad.