“Pero todo debe hacerse de una manera apropiada y con orden” (1 Corintios 14:40, versión NVI online)

Por naturaleza, los seres humanos estamos dispuestos a aprender. La verdadera educación involucra aspectos morales, intelectuales, valores y principios que deben incorporarse de manera secuencial y ordenada. Podemos creer que enseñamos correctamente, pero nuestra apreciación no implica necesariamente que se logre una educación integral. Los resultados hablan por sí solos: si el alumno ha recibido información y formación, entonces se ha enseñando. Por medio del despliegue de ciertas reglas en el aula, docentes y estudiantes logran aprender lo que se espera.

La disciplina en la institución educativa es una herramienta fundamental para el desarrollo del aprendizaje. Hacer las cosas «decentemente y en orden», como dice el texto bíblico, implica aceptar un sistema normativo que regula las relaciones docente-estudiante y estudiante-estudiante. Los códigos de conducta plasmados en el reglamento escolar hacen más fácil la convivencia en un ámbito que propicia un clima de aprendizaje adecuado.

Las normas pautan y acotan las conductas individuales, regulan las comunes y hacen visibles los comportamientos permitidos y no permitidos, de modo tal resguardar los derechos y deberes de la comunidad escolar. Es así como trasciende la importancia del conocimiento que debe tener el docente de sus estudiantes, ya que al conocer los contextos de donde provienen sus alumnos, será capaz de comprender las actitudes de quienes educa y proveer de una educación adecuada.

En síntesis, la escuela ha sido diseñada como un sistema social con una organización específica para proveer un ambiente que promueva el crecimiento intelectual de los sujetos en desarrollo. Además de apoyar el desarrollo cognitivo de los alumnos, la escuela ofrece un contexto vital para el desarrollo social. La escuela se constituye así como el primer contexto social, después de la familia, que permite al alumno adquirir una nueva perspectiva sobre la interacción de sí mismo y, un sistema social que le muestra cómo relacionarse con adultos fuera de la familia y con sus pares, donde entra el tema de las reglas. Por lo tanto, es de nuestra consideración que los reglamentos escolares pueden ser un instrumento formativo para educar en la convivencia.