«Maestros, despierten y vean sus responsabilidades, sus privilegios. Bien pueden preguntar: ‘¿Y quién es competente para semejante tarea?’ (2 Cor. 2:16, NVI online) ‘Te basta con mi gracia’ (2 Cor. 12:9, NVI online)». La educación cristiana, versión online.

Jesús es el referente por excelencia de un buen educador. ¡Quién como él! Fue un maravilloso ejemplo de bondad, entrega y sabiduría. Fue un educador didáctico, empático, práctico, que desarrollaba el pensamiento crítico en cada uno de aquellos que le seguían. Reflexivo, amoroso, preocupado por sus semejantes, enseñándoles y acercándose a ellos como quien deseaba hacerles bien. Estas y muchas otras competencias son las que debiera poseer un profesional del siglo XXI. Aunque nos sintamos insuficientes para tal llamado, Dios promete apoyarnos.

Actualmente, se ha llegado a un consenso para definir, por así decir, las claves que debe tener una educación integral. Los factores destacados son la creatividad, el diálogo respetuoso, el trabajo en equipo para la obtención de un buen desempeño y la capacidad de resolver conflictos y/o habilidades cognitivas. Estas son solamente algunas de las así llamadas competencias para un profesional del siglo XXI.

La Universidad Harvard editó un libro titulado Teaching and Learning for the XXI Century [Enseñanza y aprendizaje para el siglo XXI]. Allí, por ejemplo, refiere que en el sistema educativo nacional de Chile predominan las habilidades cognitivas, pero las interpersonales e intrapersonales no están bien desarrolladas. Por lo tanto, es difícil hablar de educación integral. Quizás en otros países sea distinto; sin embargo, independientemente de cómo sea la situación nacional del docente lector, es importante que pueda reflexionar al respecto. En cada aula, aparte del currículum que pueda desplegar, usted como maestro/a tiene un deber que cumplir y una vocación que transmitir.

Debemos despertar, salir de esta rutina que absorbe nuestro intelecto, considerar la oportunidad y privilegio que tenemos de transformar aunque sea una pequeña parte de este mundo, llevando esperanza, alivio, consuelo, sabiduría, ciencia, motivación, creatividad. Diseñe sus actividades seriamente para que favorezcan la formación de los estudiantes. Imparta una educación que vaya más allá de lo aparente, una educación que transforme. Sobre todo, inculque valores expresados con amor, con la propia vida, mediante las relaciones que pueda establecer, no solo con quienes están bajo su responsabilidad, sino también con sus padres, colegas y aún con usted mismo.

El desafío es este: avanzar continuamente como docentes y formar parte de la construcción de generaciones mejor preparadas; no solo para esta vida, sino también para la eternidad. Un cordial saludo.