afecto
“Todo padre y maestro debe atesorar los atributos de Aquel que hace suya la causa de los afligidos, dolientes y tentados. Tiene que ser ‘paciente con los ignorantes y extraviados’ (comparar con Hebreos 5:2), puesto que él también está rodeado de debilidad. Jesús nos trata mucho mejor de lo que merecemos, y así como nos ha tratado, nosotros hemos de tratar a los demás. No se justifica el proceder de ningún padre o maestro, a menos que sea semejante al que seguiría el Salvador en circunstancias semejantes.” La educación, versión online.

En la actualidad, las prácticas pedagógicas buscan desarrollar principalmente los saberes del estudiante. Algunas solamente se concentran en acrecentar el intelecto de los estudiantes, en detrimento de sus emociones. Ciertas instituciones educativas fomentan la competencia antes que la solidaridad. Hoy vivimos en una época que ha relativizado todo. Los valores morales y cristianos se diluyen en medio de teorías confusas. Los cambios que se producen en nuestra sociedad son dinámicos y nos obligan a reflexionar como docentes. La educación cristiana debe ser diferente. Debe formar más allá de la información o el conocimiento. Debe ser más sana e integral. Debe favorecer el desarrollo de todas las facultades del ser, mediante una pedagogía del afecto, del cariño y del amor. La pedagogía de la ternura despertará el alma del que aprende y del que enseña. Pero, lamentablemente, vemos que la primera huella que la mayoría de las escuelas y familias y, por consiguiente, la sociedad en general, está dejando en el alma del niño es la competencia, la victoria sobre sus compañeros, el individualismo: ser el primero en todo, el ganador.

La verdadera educación no debería basarse en el individualismo y la competencia. Fomentar estos rasgos generará una gran confusión. Aquí está la dicotomía: enseñar cristianismo y competencia, solidaridad e individualismo. ¿Cómo podemos fomentar la solidaridad y el colectivismo y al mismo tiempo una desenfrenada búsqueda del éxito individual? ¿Cómo resolver esta contradicción? Como docentes debemos ser emprendedores, mantener el buen humor, dominar las técnicas del trabajo en grupos, ser un integrante más del grupo y mantener relaciones cordiales y amistosas con los estudiantes. En este sentido, es básico que se produzcan relaciones interpersonales profundamente fraternales y tiernas que despierten sentimientos de trabajo solidario, curiosidad por el conocimiento, interés en el estudio e investigación.

Está demostrado que los estudiantes con un entorno afectivo adecuado, que se sienten aceptados, protegidos y respetados, tendrán mejores expectativas que aquellos que constantemente reciben el mensaje implícito de que deben ser los mejores, a toda costa. Trabajemos diariamente para motivar a nuestros estudiantes con afecto y veremos muy pronto los resultados positivos en su rendimiento y comportamiento.

“El amor, base de la creación y de la redención, es el fundamento de la verdadera educación.”
La educación, versión online.

Que Dios nos ayude a educar con amor.