“La medida de la grandeza no radica en dónde hemos estado sino en adónde deseamos ir”. Norman Cousins.

Etimológicamente, la palabra “vocación” proviene del latín vocatio, vocationis, que significa “invitación” o “llamado”.   Es decir, la vocación surge desde fuera del individuo y lo invita a elegir; en este caso un proyecto de vida; el cual se inicia en sus primeros años y se va configurando durante la adolescencia para definirse en la etapa joven y adulta.

Elegir una profesión o trabajo no solo indica una actividad u opción profesional, sino una forma de vida; por ello la elección debe ser consciente y debe considerar que con ella se formará parte de la identidad, del “yo”, el cual está determinado también por intereses actitudes, capacidades y habilidades, personalidad, entre otros; los que a su vez pueden potenciarse o no por la influencia de factores socio ambientales y culturales como la familia, los amigos, la escuela y su contexto en general.

Históricamente, se intentó dar una definición respecto a lo que es la madurez vocacional y el proyecto de vida. Sin embargo, esta temática ha sufrido una evolución que indica que la sociedad actual vive con nuevos dilemas de identidad y direccionalidad, lo cual dificulta entregar una definición específica. De hecho, muchos estudiosos trataron de conectar la educación y la escuela con el mundo laboral para acercarse a una definición, pero fue hasta Parsons (1908) que, basado en técnicas psicológicas y sociológicas de comparación entre los rasgos de los trabajadores y los requisitos de sus ocupaciones, logró acercarse a lo que era la madurez vocacional, la cual se origina en el concepto de sí mismo y la aceptación personal de cada individuo.

El joven adolescente requiere de una serie de situaciones y mecanismos que le faciliten integrarse a la sociedad y adquirir el estatus psicosocial que le dé la confianza para tomar la decisión de qué camino seguir. La familia, el grupo y el contexto sociocultural proporcionan estos mecanismos, tanto psíquicos como sociales que actuarán a modo de contextos espacio-temporales. Tanto la familia como la escuela proveerán de una identidad individual y grupal al individuo que influirá en su aprendizaje, como también en la adquisición del rol social y profesional al que aspira. Por otra parte, la sociedad promueve y ensalza los valores materiales, la búsqueda de placer y obtención inmediata de las cosas, lo cual hace que el joven se decepcione al descubrir la irrealidad de conseguirlo todo y se genera una contradicción en las mentes juveniles al pensar en que el estudiar y trabajar son dos mundos diferentes e incluso incompatibles, lo cual desmotiva su aspiración vocacional. Por estos motivos es que se levanta la importancia de generar todas las instancias posibles que faciliten el desarrollo armonioso de todas las facultades de nuestros jóvenes, con el objetivo de tener claridad de quiénes son y dónde quieren llegar.

En definitiva, la madurez vocacional y el proyecto de vida se verán influenciados por una serie de elementos que rodearán al individuo. Sin embargo, quien tiene la decisión final es solo él. Por ello, tiene sentido lo que escribe Norman Cousins: “La medida de la grandeza no radica en dónde hemos estado sino en adónde deseamos ir”.