“Preparado de esta manera, salió para cumplir su misión, y en todo momento que estuvo en relación con los hombres ejerció sobre ellos una influencia para bendecir, y un poder para transformar que el mundo no había conocido nunca.”. La educación online, énfasis agregado al original.

Son épocas difíciles para la educación. La sociedad humana está experimentando el impacto de la maldad que ella misma genera. Vemos a nuestro alrededor una escalada de violencia y crimen como nunca antes. Los intentos del enemigo para corromper el alma están dando resultados cada vez más catastróficos. Todo comienza a ser difuso o ambiguo para quien no conoce al Maestro Jesucristo. Nuestros estudiantes más pequeños, los jóvenes y los docentes se encuentran  expuestos a una diversidad de corrientes ideológicas. Los valores fundamentales que la red educativa adventista desea inculcar no son populares.

El ambiente de las aulas requiere mayor atención. Se necesitan maestros que impacten e influyan en la vida de sus estudiantes con convicción, vigor, principios y amor. Hombres y mujeres capaces de comprender la importancia de su labor, comprometidos, capaces de generar vínculos con las familias. Maestros que generen confianza en sus estudiantes. Docentes que siempre busquen la excelencia y se entreguen por completo a la tarea de impartir el conocimiento con generosidad.

Se necesitan personas bien preparadas, no solamente en letras, artes y ciencias, actualizados en lo pedagógico y disciplinar. Fundamentalmente, es necesario que los docentes cristianos sean valientes y firmes, con amplitud de mente, pensamiento crítico y reflexivo. Deben ser maestros que deseen hacer el bien a otros, que atiendan a la diversidad de sus estudiantes. Maestros con compromiso social, comprensión y amor por quienes están bajo su responsabilidad.

«El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender a la humanidad. Solo por la simpatía, la fe y el amor pueden ser alcanzados y elevados los hombres». La educación online.

El desafío

Sin embargo, comprender a los demás implica quitarnos del centro. El apóstol Pablo nos recuerda que libramos una batalla continua entre lo que queremos hacer y lo que realmente logramos. Lo maravilloso de esta condición es que no tenemos que luchar o trabajar solos para conquistar las competencias que como maestros deseamos tener. Se encuentra a nuestra disposición la sabiduría y el consejo del mejor mentor de todos: el Maestro de maestros, el Omnisapiente, el Admirable, el Príncipe de paz, nuestro amado Maestro y Salvador Jesús. Nuestra vocación y llamado a ser docentes cristianos es un sagrado honor, pero también una gran responsabilidad.