Formación ciudadana: un desafío docente
“El verdadero objeto de la educación es formar hombres y mujeres idóneos para servir, desarrollar y poner en ejercicio activo todas sus facultades”.

Elena de White, La educación cristiana, p. 465. Leer cita online en su contexto)

La OCDE (2003) ha entendido la formación ciudadana como una competencia clave para ser desarrollada en la educación. Por ello, fomentar el desarrollo moral de los seres humanos en la sociedad actual es relevante. Formar a la ciudadanía desde el sistema educativo se ha tornado un trabajo complejo, ya que vivimos en tiempos de fuerte ambigüedad moral, donde la relatividad ha ocupado una posición potente y el pluralismo se ha instalado con firmeza en el inconsciente de la comunidad global. Ahora bien, si observamos desde un aspecto positivo esta ambigüedad moral nos ofrece una libertad de expresión que nunca antes se vio, pero al mismo tiempo nos arroja a un estado de incertidumbre atroz, donde paradojalmente anhelamos que existan espacios que rijan este tipo acciones, para liberarnos de la toma de decisiones. La formación ciudadana es un proceso activo de educación, transversal y positivo que pretende lograr un perfil en el estudiante en el que los valores democráticos, el liderazgo y los derechos humanos contribuyan a complementar su formación. Se espera que los estudiantes aprendan a ser ciudadanos responsables y participativos y que, a su vez, preparen a los futuros niños y jóvenes para enfrentar dilemas éticos a lo largo de su vida y a convivir en una sociedad respetuosa con las diferencias.

Frente a esto, desde la docencia surge la pregunta: ¿Cómo enfrentar el desafío de educar en formación ciudadana? Las respuestas pueden ser variadas y, sin el afán de creer que tenemos la única respuesta a este interrogante, nos acercaremos a partir de la lógica a una posible contestación. Para ello, inicialmente consideramos que se debe generar la reflexión en los estudiantes, considerando temáticas que incidan en sus vidas como ciudadanos y que les lleven al desarrollo de un pensamiento crítico y de reflexión profunda. Los temas a abordar deberían tener relación con el tratamiento integrado de problemáticas sociopolíticas y económicas que afectan la toma de decisiones y actitudes de los ciudadanos hacia la democracia, contextualizándolos en problemas actuales de la sociedad y considerando sus competencias para resolver conflictos.

Las orientaciones sobre cómo desarrollar estas temáticas deberían apuntar a la adquisición de conocimientos, habilidades y actitudes en ambientes y prácticas con predominio de relaciones participativas y democráticas. Los espacios curriculares en que se desarrollen este tipo de reflexiones podría ser Historia, Geografía, Formación ética y ciudadana, Política y ciudadanía, Consejería o tutoría del grupo clase y jornadas de debate, entre otros.

Lo importante es recordar que, aunque aún estamos en este mundo y necesitamos formarnos para esta ciudadanía, la nuestra no se limita a él.