“Nuestro concepto de la educación tiene un alcance demasiado estrecho y bajo. Es necesario que tenga una mayor amplitud y un fin más elevado. La verdadera educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio. Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el período de la existencia accesible al hombre”. White, La educación, versión online.

Es fundamental para nuestra práctica como docentes cristianos detenernos a considerar la responsabilidad que tenemos respecto a los aprendizajes que nuestros estudiantes adquieran. La cita del libro La educación nos anima a lograr el desarrollo de todas las facultades de los estudiantes, una evolución del conocimiento que abarque todo su ser. En otras palabras, el objetivo es una educación integral. Sin embargo, para que esto ocurra, los alumnos también deben asumir su propia responsabilidad y utilizar las estrategias que les sean pertinentes para alcanzar los aprendizajes. Esta actitud no surge espontáneamente en ellos, ya que se encuentran en una etapa de inquietud y, por ende, se necesita de una enseñanza intencionada.

El rendimiento académico está relacionado con la disposición del estudiante hacia las actividades escolares. Por ejemplo, los alumnos con alto rendimiento sustentan su aprendizaje en estrategias cognoscitivas más complejas, son más autónomos en sus actividades académicas, perciben que son competentes para tener éxito en la escuela, sus metas están más enfocadas en desarrollar nuevos conocimientos, perciben mayor control sobre las situaciones de aprendizaje y manejan de forma adecuada situaciones de estrés derivadas de las obligaciones escolares. Por el contrario, aquellos alumnos desmotivados, sin apoyo desde su contexto de comunidad y familia, difícilmente alcanzarán un aumento en su rendimiento académico. En este último caso, el centro educativo probablemente será el único espacio de real incentivo para el cambio de actitud en los estudiantes.

Formas de motivar

  • Satisfacer las necesidades y motivaciones de los alumnos

  • Invitar a los estudiantes a ser participantes activos del aprendizaje

  • Fortalecer la autonomía de los estudiantes

  • Incrementar progresivamente la dificultad de las asignaturas

  • Variar métodos de enseñanza

  • Realizar retroalimentación constante

  • Trabajar fortalezas e intereses de los estudiantes, entre otros.

En definitiva, para desarrollar la responsabilidad y los hábitos de estudio y, por ende, el aprendizaje en los estudiantes; la familia, el profesor y el propio estudiante deben trabajar en conjunto a través de una comunicación expedita, de confianza y afecto. Deben hacer sentir al estudiante que es capaz y que el límite de sus aprendizajes coincidirá con el límite que él mismo se establezca. Naturalmente, los adultos somos los indicados para motivar a los estudiantes, quienes nos sucederán y probablemente liderarán esta compleja sociedad.