“Cada órgano del cuerpo ha sido hecho para estar subordinado a la mente. Es ella la capital de nuestro cuerpo” (Mente, carácter y personalidad, tomo 1, p. 72. Versión online).
Cuando nacemos, el peso de nuestro cerebro aproximadamente es de 400 gramos, y cuando se adquiere la adultez generalmente llega a pesar 1 kg y 400 gramos. Ahora bien, este dato lo mencionamos porque nos parece necesario recordar que, durante el proceso de crecimiento del cerebro, las neuronas se van desarrollando como un árbol, con más conexiones cada vez, lo cual permite que el cerebro se vaya reorganizando y al mismo tiempo aumentando sus capacidades cognitivas. Justamente es en este proceso que la educación, el entorno y el contexto tiene gran relevancia en el desarrollo integral del estudiante en formación.
Un ejemplo interesante respecto de la influencia de la educación en la plasticidad del cerebro, nos remonta a la década de 1990, donde un científico de un hospital de Suecia, desarrolló un estudio basado en las diferencias (cognitivas) entre las mujeres que trabajaban en la limpieza del hospital y que provenían de Portugal. El estudio consistió en comparar el cerebro de esas mujeres, diferenciando a aquellas que sabían leer y escribir, de las que no. Lo que se observó fue que el cerebro de las mujeres que sabían leer y escribir funcionaba distinto (no mejor ni tampoco de manera inferior). Por ende, se dedujo que la cultura realmente produce cambios y que la educación genera actividad en los circuitos del cerebro, lo cual influye de manera directa en la manera de pensar y de actuar.
En este sentido, cuán importante es que, desde los primeros años en el sistema escolar, los docentes estén bien preparados para proveer una educación de calidad a sus estudiantes, considerando que es justamente en ese periodo que la plasticidad cerebral facilita la internalización de los aprendizajes, potenciando esos circuitos, intencionando un trabajo mancomunado entre escuela, familia y estudiantes, considerando el entorno y contexto, lo cual suma o resta en su crecimiento y desarrollo cognitivo, emocional y afectivo. Como docentes, generar reflexión en torno a este conocimiento previo de las y los estudiantes es de gran valor, y nos desafía a potenciar la educación aportar de manera consiente en su formación, fortaleciendo un cerebro más civilizado, más humano y más empático.
Un dato interesante sobre la importancia de la educación y su gran influencia en el hombre se desprende de la Conferencia Internacional de Educación (2009) organizada por la UNESCO y que marcó la transición hacia un nuevo enfoque de alfabetización sobre el aprendizaje, donde se mencionó que:
“El aprendizaje a lo largo de toda la vida cumple una función crítica en la manera de abordar los problemas y los retos mundiales de la educación. El aprendizaje a lo largo de toda la vida, de la cuna a la tumba, es un marco filosófico y conceptual, y un principio organizativo de todas las formas de educación”.
En síntesis, es fundamental que como docentes podamos comprender la importante relación que existe entre cerebro y la educación, lo que implica entender de mejor manera los procesos que viven nuestros estudiantes, la importancia de lo que les rodea y la trascendencia de la educación en sus vidas. La mente es capaz de controlar al ser humano por completo, lo que podemos observar en los actos que se originan allí. Por lo tanto, si como docentes logramos influir de manera positiva en nuestros estudiantes, es posible obtener mentes educadas, con capacidad de discernimiento.
Y probablemente, nuestra contribución al mundo será el formar «hombres y mujeres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia, aunque se desplomen los cielos».
Te invito a reflexionar en la gran labor que tienes como docente y desafiarte en lo que resta de este periodo escolar.
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