Permitamos que nuestros niños crezcan en un ambiente de seguridad, bajo la protección de Dios. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor…” 1 Juan 4:18, versión RVA online.

¿Qué es el miedo? El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) lo define así: “Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”. El miedo es una emoción fundamental, universal, inevitable y necesaria. Se ha dicho que el miedo es un mecanismo de supervivencia. Sin embargo, cuando no se lo controla, el miedo puede frenar el desarrollo armonioso de las facultades humanas.

Como seres emocionales, los humanos experimentamos algún grado de miedo. Desde pequeños hemos escuchado a nuestros padres decir frases como: “Aléjate. Si tocas eso te vas a quemar”. Generalmente, el miedo a lo que podría ocurrir funciona como un sistema de alarma ante peligros reales.

La educación cristiana invita a ir un poco más allá de la definición del DRAE. Los docentes y padres cristianos deberían enseñar a reaccionar ante situaciones que generan miedo. Si no se aprende a controlar el miedo, nos controlará y hasta puede llegar a enfermarnos. Independientemente de las experiencias traumáticas que hayamos vivido; el perfecto amor que proviene de Dios siempre desbarata el miedo.

El amor y el miedo no pueden convivir. Dios nos hizo el centro de sus afectos, pero cuando rechazamos su amor, aparece el miedo. Después de la desobediencia, Adán dijo: “Oí tu voz en el jardín y tuve miedo” (Génesis 3:10, versión RVA online). Por primera vez el ser humano experimentó miedo y temor por las consecuencias de la desobediencia. Y hoy no es distinto, el miedo se ha apoderado de la humanidad, pero Dios echó fuera el temor y nos devolvió la paz y la esperanza. Por ese motivo: “los padres, las madres y los educadores deberían recordar que la enseñanza de la obediencia a los niños es una rama superior de la educación, que forjará niños más felices, vencedores y con menos temor” (White, Conducción del niño, versión online).

Entonces, ¿cómo podemos ayudar a los más pequeños a crecer sin miedos? Para empezar,  deberíamos comprender qué miedos enfrentan los niños y comprender que para vencer el miedo es necesario reconocerlo y aceptarlo. Al enfrentar nuestros miedos con amor, podemos convertirlos en una vía para el crecimiento. Actuar con ternura y simpatía en vez de apresurarnos a condenar o amenazar puede ayudarnos a tener una mirada más activa, selectiva y alerta frente a las diversas situaciones que pueden generar temor en los estudiantes.

En definitiva, crecer sin miedos tiene que ver con algo que va más allá de nosotros mismos. Es esencial desarrollar la plena confianza de que Dios está al control de todas las cosas y que está a nuestro favor.