
“Los niños son atraídos por una conducta alegre y animosa. Mostradles bondad y cortesía y ellos manifestarán el mismo espíritu hacia vosotros y entre sí”. White, La educación, p. 235.
El ejemplo es el mejor maestro.
Ya se dijo que la relación de los padres con los hijos es fundamental para ayudarles en la expresión de las emociones. Además hay que tener en cuenta que para enseñarles a regular y expresar, ¡hay que vivirlo! La manera en que los adultos del hogar expresen y manejen el enojo, la ira, la frustración, la rabia, por mencionar algunas emociones, será la forma que aprenderán a expresarlas y manejarlas sus hijos.
Consideren la siguiente cita, escrita hace más de un siglo:
“Si los padres quieren enseñar dominio propio a sus hijos, deben primero formar ese hábito en sí mismos. Los regaños y las manías de criticar de los padres estimulan un temperamento precipitado e impetuoso en sus hijos” White, Signs of the Times, 24-11-1881.
- El poder de los abrazos. Es posible que la mayoría de los lectores hayan experimentado lo reconfortante que es un abrazo en momentos de tristeza, angustia, estrés o como parte de una reconciliación o expresión de amor. Esto se debe a que el abrazar produce la liberación de una hormona llamada oxitocina (la hormona del amor) y está tiene un poder sedante para el cuerpo y ayuda de esta manera a regular las emociones cuando salen de control. Utiliza los abrazos cada vez que sea necesario.
- Si tu hijo llora, quédate a su lado el tiempo que sea necesario, abrázalo y no le hagas callar con enojo. La lección será que puede expresar lo que siente y cuando se calme podrás averiguar sus razones y orientarlo.
- Si tu hijo está enojado, quédate a su lado, ayúdale a contar o respirar profundo para desviar su atención y luego pídele que te explique lo que le ocurre.
- Cuando veas que sus emociones se escapan de control, acércate, ayúdale a identificar que emoción es y cómo puede expresarla.
- Recuérdale los tres principios para expresarlas: que no le dañen a él o ella, que no dañe a otros y que no dañe las cosas.
Por último, luego de cualquier situación oren juntos, pidan a Dios fuerzas para guiar todas las emociones, padres e hijos lo necesitan.
“Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús”. Filipenses 4:7, DHH.
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