“Por la gracia que se me ha dado, digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado” (Romanos 12:3, Nueva Versión Internacional).

Frances E. Jensen y Amy Ellis Nutt, en su libro titulado El cerebro adolescente: Guía de una madre neurocientífica para educar adolescentes mencionan que el cerebro de los adolescentes está maduro en un 80% y, lo último que termina de madurar es la parte frontal. Esto ocurre entre los 25 y 30 años.

Es entendible, entonces, que los jóvenes adolescentes experimenten agitación, cambios de ánimo, sentimientos y, pocas decisiones basadas fundamentalmente en la razón. La guía de las familias y los docentes en esta etapa es muy importante. Si los adultos comprenden la complejidad de la adolescencia, o al menos una parte de ella, serán aptos para acompañar el desarrollo en esa etapa.

Por todo esto, compartimos algunas sugerencias para fomentar la autoestima de los adolescentes:

  • Validar sus emociones. Si bien algunas de sus emociones te pueden parecer inmaduras o exageradas, sería bueno que a pesar de ello puedas validar cómo se siente el adolescente. Esto significa escucharlos con empatía, tratarlos como personas que necesitan expresar lo que sienten. Debes dejar de lado tus prejuicios de adulto y validar lo que les ocurre.

  • Reforzar su identidad. Si realmente deseas destruir la identidad de un adolescente, solo tienes que compararlo con otro adolescente o con una situación de su pasado. Pero si eres un adulto responsable y te preocupa la construcción de la identidad de tus adolescentes, entonces recuerda que cada persona es única. Además, hay cosas de nuestro pasado que no queremos recordar.

  • Valorar sus aportes. Como adulto, probablemente tengas respuestas más rápidas, más elaboradas o mejores que aquellas que escuchas de los adolescentes. Sin embargo, es importante para su autoestima que sus aportes sean valorados, mejor aún si lo haces en público.

Dios nos ayuda a construir una autoestima saludable. En la Biblia, Pablo nos anima a mantener un sano equilibrio:

“Por la gracia que se me ha dado, digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado” (Romanos 12:3).

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