Equilibrio entre la vida familiar y laboral
En la actualidad, la vida familiar y el trabajo profesional parecen irreconciliables. Esta realidad puede generar un sentimiento de culpa en los padres. ¿Cuál es la solución? La familia es la empresa más importante a la que pertenecemos. Y Dios está dispuesto a ayudarnos, porque él nos creó y ama a nuestra familia.

Para encontrar un buen equilibrio trabajo-familia te invito a pensar en lo que realmente es más importante para ti y tu familia. Ahora bien, ¿lo has conversado directamente con tu pareja? Él o ella es tu socio estratégico para formar una gran empresa familiar. Entonces, la gran pregunta: ¿Qué te hará feliz? ¿Qué nos hará felices?

Considerando que cada familia mantiene dinámicas únicas, no importa demasiado la división de tareas y responsabilidades del hogar, siempre y cuando los padres se sientan felices y satisfechos con la distribución. Ambos son responsables (corresponsabilidad). Esa es la clave, basada en el compromiso y las estrategias establecidos por los cónyuges. Ambos cooperan para el éxito de la empresa. La comunicación debe ser clara y honesta.

La felicidad se disfruta cuando hay equilibrio en la familia y todos se sienten a gusto con la vida presente. Además, establecen y comparten la guía de ruta que desean recorrer como familia. Sin duda, habrá que enfrentar algunos desvíos y contratiempos, cansancios, tristezas o situaciones complicadas. Pero esas situaciones no deberían hacerles perder rumbo que marca la ruta familiar trazada.

Te invito a considerar las siguientes recomendaciones:

  • Establece claramente los valores que identificarán a tu familia.

  • Analiza tu situación actual. Busca aspectos a mejorar en el uso de tu tiempo y/o el desarrollo de las actividades que realizas.

  • Define roles y funciones para cada integrante de la empresa familiar. Establezcan una rutina de actividades.

  • Elabora un presupuesto familiar.

  • Fija metas familiares a mediano y largo plazo. Da lugar a la flexibilidad.

Sin trabajo o esfuerzo, no hay familia. Si no es por amor, no vale la pena trabajar ni esforzarse. Es por ello que «quien no se preocupa de los suyos, y sobre todo de los de su propia familia, ha negado la fe y es peor que los que no creen» (1 Timoteo 5:8, versión DHH online).