En el mundo del enseñante y del aprendiz a veces los protagonistas se distancian o hasta se enemistan. Algunos consideran que el error es un cartel de velocidad que limita el proceso de enseñanza/aprendizaje, y sugieren evitarlo. Mientras que otros, quizás un tanto más preocupados de la conducción que de llegar al destino con rapidez, consideran que el error asegura, construye y confirma el buen rumbo.

En este tema es conveniente referir lo que señala Briceño (2009)[i], quien declara que desde la perspectiva constructivista y cognitivista, el error es una importante fuente de aprendizaje en tanto sirva como catalizador de la duda, la autocrítica, la reflexión, el desequilibrio cognitivo y la toma de conciencia acerca de las contradicciones.

Es decir, una etapa que aporta al individuo ciertos elementos de pensamiento, azuzados por las ideas que infieren. El error da como resultado una determinada decisión o respuesta.

Es necesario destacar la ingenuidad de un error sin intención. ¿Es tarea del educador develar la convicción del aprendiz para cometerlo o para decidirlo? De modo muy sencillo y directo, Foucault (2004)[ii] responde que cuando un sujeto comete un error es porque cree verdadero algo que no lo es.

Bajo esa convicción que alimenta el pensar, el reflexionar, ¿dónde se ubica el enseñante o el maestro? En su investigación “El uso del error en los ambientes de aprendizaje: Una visión transdisciplinaria”, Briceño nos aporta que el asesoramiento del facilitador debe dirigirse a desarrollar habilidades cognitivo-perceptivas, crítico-comparativas, así como su inteligencia discursiva resolutoria de problemas, además de la toma de decisiones como parte de la inteligencia práctica que es falible y corre el riesgo de equivocarse, sin penalizar por los errores y así evitar el fracaso.

Además, Pérez (2013)[iii] refiere de Field respecto a que la importancia crítica de la sociedad contemporánea, entre otros, es amar los errores.

Por lo tanto, ¿cuál será nuestra reflexión como docentes?  ¿Iluminar la senda a través del error?  ¿O más bien ocultarlo bajo el almud?

Quizás debamos seguir el consejo del salmista, quien por inspiración divina, dijo: “…porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará” (Proverbios 24:16, versión NVI online)

[i] Briceño E., M. (2009). «El uso del error en los ambientes de aprendizaje: Una visión transdisciplinaria», en Revista de Teoría y Didáctica de las Ciencias Sociales, (14), 9-28

[ii] Foucault (1994) Hermenéutica del sujeto. Madrid, España. Editorial La Piqueta. Recuperado el 28 de octubre de 2018, Acceder.

[iii] Pérez Gómez, Ángel I.. (2013). «Educarse en la era digital», en Sinéctica, (40), 01-26. Recuperado el 28 de octubre de 2018, Acceder.