“Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará”.

Proverbios 22:6, Nueva Versión Internacional online.

La obediencia está íntimamente ligada a la disciplina. Hoy día, para algunos padres, la disciplina es un tema anticuado. He leído varios artículos que enfocan la disciplina en el hogar y, automáticamente, asocian disciplina con castigo. Algunos padres modernos salen a la defensiva citando los derechos del niño, el maltrato físico, etc. Pero un castigo no necesariamente debe ser físico. Podemos recurrir a otro tipo de castigos o correctivos para lograr que los niños sean obedientes y, por ende, disciplinados. Quizá muchos no concuerden conmigo cuando digo que los niños deben obedecer a los padres, sencillamente porque son la autoridad en el hogar.

Sin embargo, para que los padres puedan ejercer autoridad, deben reunir ciertos requisitos básicos, como ser la madurez emocional, el buen ejemplo y una vida ordenada.

Ningún padre podría tener autoridad sobre sus hijos si es indeciso. Si un día dice sí, y luego dice no, se contradice y su autoridad será cuestionada. En cuanto al ejemplo, el famoso dicho “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” cada vez es más común entre los padres. Finalmente, si los padres son irresponsables, no trabajan, no establecen horarios en su propia vida; los hijos andarán a la deriva y sin límites claros.

La famosa educadora Elena de White señaló:

El esposo y la esposa han de estar estrechamente unidos en su obra en la escuela del hogar. Deben ser muy suaves y cuidadosos en su manera de hablar, no sea que abran una puerta a la tentación a través de la cual Satanás entre para ganar victoria tras victoria. Deben ser mutuamente bondadosos y corteses, obrando en tal forma que puedan respetarse recíprocamente. Cada uno ha de ayudar al otro a fin de rodear al hogar de una atmósfera agradable y sana. No deberían discutir en presencia de sus hijos. Deberían conservar siempre la dignidad cristiana. Conducción del niño, versión online.

Este consejo, aunque fue escrito hace más de un siglo, es sabio aún hoy, en medio de tantos hogares divididos, cuyos padres viven separados. Actualmente, la composición de las familias se ha modificado de diversas maneras. Con todo, debe existir siempre un adulto encargado de la educación de los más pequeños.

Notemos los siguientes conceptos, aportados nuevamente por Elena de White, respecto de la obediencia y los buenos hábitos:

  • Los padres deben realizar esfuerzos suaves pero persistentes para educar a sus hijos en la obediencia.

  • No deben admitir disculpas o evasivas para justificar la desobediencia de los hijos.

  • Debe quedar claro que no existen excepciones o razones que justifiquen la desobediencia.

  • La obediencia debe ser rápida y perfecta.

  • Los requerimientos de los padres deben ser razonables.

  • Los padres deberían ser capaces de explicar el porqué de la obediencia.

  • La palabra de los padres debería ser ley.

  • El hábito de la obediencia se establece por la repetición.

Los padres necesitan comprender a los hijos… No deben olvidar cuánto anhelaban en su niñez la manifestación de simpatía y amor, y cuán desgraciados se sentían cuando se les censuraba y reprendía con irritación. Deben rejuvenecer sus sentimientos y transigir mentalmente para comprender las necesidades de sus hijos. Sin embargo, con firmeza mezclada de amor, deben exigirles obediencia. La palabra de los padres debe ser obedecida implícitamente. Joyas de los Testimonios, versión online.

Aunque las épocas van cambiando, la buena educación no pasa de moda. El respeto a los padres, y por extensión, a las personas mayores, a los animales y a la naturaleza en general, está en la esencia misma de vivir en armonía, según los principios que Dios mismo enseñó a nuestros primeros padres. No olvidemos que todos somos hijos de Dios. Y los padres tienen la responsabilidad de inculcar en sus hijos esos mismos principios de vida.

Estimados padres: tomen con mucha seriedad la educación de sus hijos. Ustedes son los primeros maestros. Descuidar esta tarea acarreará muchas desdichas en el hogar y, por consiguiente, en la sociedad. En cambio, si los hijos son obedientes a los padres, les será más fácil obedecer a Dios y respetar las leyes.