Últimamente escuchamos hablar bastante de los distintos estilos de aprendizaje. Los estudiantes manifiestan diferentes preferencias a la hora de decidir cómo aprender. Por lo tanto, si en el aula el docente presenta un tema de acuerdo con esa preferencia, mejora el aprendizaje de los estudiantes. Entre los distintos estilos de aprendizaje se encuentran, por ejemplo, el visual, el auditivo y el kinestésico, entre otros.

Sin embargo, algunas organizaciones discuten si los estilos de aprendizaje son válidos, como por ejemplo, The Educational Endowment Foundation (Fundación Fondos para la Educación, EEF, por sus siglas en inglés). La EEF ha documentado sus inquietudes sobre el enfoque de los estilos de aprendizaje:

Hay pruebas muy limitadas para cualquier conjunto coherente de estilos de aprendizaje que puedan usarse de manera confiable para identificar diferencias genuinas en las necesidades de aprendizaje de los jóvenes, y la evidencia sugiere que no es útil asignar a los alumnos a grupos o categorías en la base de un supuesto estilo de aprendizaje.

Entonces, es importante analizar este tipo de declaraciones y otros estudios al respecto. Muchos expertos se refieren a los estilos de aprendizaje como un neuromito, es decir, una mala traducción de algunos resultados experimentales que se han generalizado y divulgado en el ámbito educacional.

Fundamentos para diferentes estilos de aprendizaje

El cerebro es la herramienta base para el aprendizaje. Está interconectado con todos los sentidos y coordina armoniosamente todas las funciones, especialmente la entrada y registro de la información para el aprendizaje. Por ejemplo, al ver un video, necesitamos escuchar, ver y analizar. Para leer y comprender necesitamos ver, decodificar las palabras o frases y analizar o memorizar. Incluso, al realizar un trabajo corporal o kinestésico, necesitamos escuchar, coordinar los movimientos, observar, entre otras funciones importantes que trabajan en armonía para el aprendizaje.

Somos seres integrales. Dios nos hizo tan complejos como armoniosos. En una clase, el docente puede considerar necesaria la proyección de un video y solicitar que los estudiantes se imaginen un mapa mental. O puede demandar trabajo en equipo, poniendo a prueba la capacidad de comunicación y organización de los estudiantes.

Algunos expertos llegan a la conclusión de que el método de enseñanza depende más bien de la disciplina, materia o área que se vaya a enseñar. Por lo tanto, será diferente el estilo de una clase de anatomía, literatura, música o escultura. Más todavía, en función del tema que se quiera enseñar dentro de cada disciplina, quizás sea necesario el contacto directo con la experiencia o una instancia previa de debate de ideas y teorías.

La forma en la que enseñamos no debe limitar las potencialidades del estudiante. Existe aprendizaje cuando se logra integrar el conocimiento, ya que somos seres integrales por naturaleza. Nuestra forma de aprender es dinámica, flexible y adaptable. Las preferencias en estilos de aprendizaje tienden a cambiar con el tiempo y la asignatura. Si el docente es capaz de presentar el tema de múltiples formas puede resultar más beneficioso para el estudiante.

Definitivamente, es necesario que los expertos sigan investigando si los estilos de aprendizaje son un neuromito. Mientras tanto, nuestro desafío es generar clases diversas, con métodos diversos, optimizando los recursos, haciendo que los estudiantes tengan a la vez distintas experiencias de aprendizaje significativo y generalizable. La Educación Adventista favorece un aprendizaje integral porque considera que somos seres integrales, que captamos la realidad con todos nuestros sentidos a la vez, y la entendemos según los valores que hemos adoptado.

  • Carta enviada por expertos a The Guardian, 2017, Ver enlace.
  • Weale Saly, Teachers must ditch ‘neuromyth’ of learning styles, say scientists, Ver enlace.
  • Pashler, Harold, McDaniel, M., Rohrer, D., & Bjork, R.  (2008). «Learning styles: Concepts and evidence». Psychological Science. 9.3 103-119. Ver enlace.