Costumbres, ideologías, creencias, educación y otros factores influyen poderosamente en la alimentación. Hace tiempo que el hábito de comer dejó de limitarse solamente a nutrir nuestro cuerpo. Hoy se lo relaciona con procesos afectivos y socioculturales.

Por esta razón, el placer que nos genera ingerir ciertos alimentos puede convertirse en un problema cuando es considerado como vía de escape del estrés o los sentimientos negativos.

El hambre es la necesidad de comer, desencadenada por la falta de energía, y puede ser de dos tipos:

  • Hambre fisiológica, que es una sensación física y no está relacionada con alimentos específicos.
  • Hambre hedonística, o apetito, relacionada con el placer y la recompensa. Esta sensación puede aparecer aún sin deficiencia de energía en el organismo.

Qué es el hambre emocional

Cuando la comida se utiliza para resolver problemas personales, entonces estamos frente al apetito considerado como hambre emocional. “Por lo general, podemos decir que es el deseo de disminuir la sensación de inconformidad emocional por medio de la comida. En cambio, el hambre fisiológica satisface una necesidad física”, señala Marcia Daskal, nutricionista.

Entre las principales causas que favorecen el hambre emocional están las necesidades básicas insatisfechas, poco descanso, restricción de variedad de alimentos sin orientación médica o nutricional y situaciones diarias como discusiones con familiares o compañeros de trabajo o cualquier circunstancia de la vida que provoca estrés y sentimientos de odio, ansiedad, miedo, tristeza, cansancio e inseguridad.

El Dr. Marcio Mancini, endocrinólogo, agrega que “el hambre emocional puede desencadenar el sobrepeso y la obesidad a largo plazo. Además, puede convertirse en un problema o trastorno nutricional como la bulimia, que es la ingesta de gran cantidad de alimento en un período breve y la pérdida de control sobre el acto de comer, que genera angustia y sufrimiento”.

Cómo identificar el hambre emocional

Los principales indicios de que el hambre emocional está fuera de control son el deseo incontrolable de comer alimentos con voracidad o en grandes cantidades y la sensación de insatisfacción. En la práctica, es “vivir para comer” y no “comer para vivir”.

De acuerdo con Marcia, “la dificultad en distinguir la sensación de hambre de otras sensaciones corporales puede comenzar en la infancia, cuando los padres ofrecen comida como expresión de amor o compensación. A lo largo de la vida, las personas van perdiendo gradualmente la capacidad natural de comer cuando sienten hambre y de dejar de comer cuando están satisfechas; van modificando las reglas, los horarios, la cantidad y la calidad de lo que ingieren, ignorando voluntariamente las señales de saciedad, intuición y dominio propio”.

El médico endocrinólogo, el nutricionista y hasta el sicólogo son los profesionales indicados para ayudar a diagnosticar situaciones que podrían pasar desapercibidas. Así, nuestra relación con los alimentos será más equilibrada y placentera.

 

Placer y culpa, el verdadero significado de la comida

La comida puede tener distintos significados. Mucha gente siente placer y culpa al mismo tiempo. Además, una comida placentera se asocia generalmente con algo que no es sano, que está prohibido o que nos hará engordar. El hecho es que el concepto de “alimentación saludable” no se asocia solamente con la clase de alimentos, sino con privaciones y sacrificios de la voluntad.

Es importante recordar que comer no es exclusivamente un proceso fisiológico, sino una acción afectiva y sociocultural. Es necesario rescatar las relaciones más saludables asociadas con la comida. Entendemos que el problema generalmente no está en lo que se ingiere, sino en el equilibrio de los ingredientes. La alimentación balanceada es el primer paso en la dirección hacia un estilo de vida más saludable.

Fuente: Traducido y adaptado de CPB Educacional.