Como maestros, sabemos que nuestro trabajo es un hermoso viaje en el cual vamos recogiendo experiencias diversas que van aumentando nuestro bagaje educativo, las cuales nos permiten ayudar a nuestros estudiantes a apropiarse de los medios necesarios para lograr un aprendizaje que les sea útil en su vida cotidiana y en su relación con los demás.

Son muchos los ámbitos que podemos abordar cuando hablamos de experiencias innovadoras en el quehacer educativo. Sin embargo, estas deben partir de un diagnóstico de la realidad de nuestra sociedad actual, la cual presenta una serie de características en las que podemos observar que la mayor cantidad de situaciones problemáticas, entre los seres humanos, se debe a la falta de saber convivir unos con otros. Esto lo observamos desde el hogar, desde las relaciones entre padres e hijos.

¿Por qué sucede esto? ¿Habrá llegado el momento en que no podemos comprendernos y tolerarnos unos a otros? ¿O quizá será mejor vivir aislados unos de otros?

Frente a esta problemática, se alzan los estudios relacionados con el arte de saber vivir en sociedad, pensando que somos parte de una comunidad donde todos tenemos deberes y derechos. Donde todos somos importantes y necesitamos ser tomados en cuenta.

El desarrollo de la autorregulación permite que nuestra convivencia pueda ser efectiva y productiva. Permite que mejoremos nuestra salud, nuestras relaciones, nuestro estado mental, nuestro hogar y, por ende, nos ayuda a vivir en armonía con uno mismo y con nuestra sociedad.

Portellano (2009) nos menciona que las funciones ejecutivas son como un conjunto de habilidades cognitivas de orden superior que permiten la adaptación al entorno social. Lo anterior implica que no solo se apunta al desarrollo de aprendizajes académicos; también incluye el desarrollo de competencias ciudadanas que ayuden a que los individuos se adapten de forma más óptima a una sociedad en la que la toma de decisiones debe ir orientada a alcanzar un bien común.

Pensemos en un caso de las noticias diarias que vemos en la televisión: el conductor de un automóvil es interceptado por la policía por manejar con exceso de velocidad. Al sentirse “amenazado”, el conductor reacciona violentamente contra el oficial dándole un golpe, lo que causa su detención.

Analicemos: ¿cómo podría haberse evitado esta situación tan problemática, no solo para el conductor sino también para toda su familia? ¿Fue su reacción beneficiosa para lograr un objetivo de bienestar? Esta situación ¿le permitirá mantener un estilo de vida óptimo?

En este ejemplo, podemos ver cómo la falta de dominio sobre sí mismo puede generar malas relaciones entre las personas, lo que daña a toda una sociedad.

¿Podremos realizar un cambio desde nuestras aulas? ¿Cuán importante es intervenir a una edad temprana? ¿Pueden los niños aprender a tener dominio propio sobre su conducta?

White (1969) nos refiere que la causa de la degradación del mundo se basa en la pérdida de la facultad del dominio propio por parte del hombre. Solo en la medida que se recupere esta facultad puede haber verdadero progreso.

Entendamos el dominio propio como autorregulación y la capacidad de manejar las funciones ejecutivas.

Muchas veces escuchamos la expresión “debemos autorregularnos”, que ha sido entendida como regular el propio comportamiento o tener la capacidad de controlarse. Sin embargo, el concepto de esta palabra va mucho más allá.

Campos (2016) afirma que “la autorregulación es la capacidad de regular nuestro propio comportamiento, aun cuando en diversas situaciones hemos actuado en ‘piloto automático’ sin medir las consecuencias de nuestros actos. Es la capacidad de entender las emociones que sentimos, para manejarlas y expresarlas en forma apropiada tanto para nosotros como para los demás. Es la capacidad de comprender nuestros pensamientos, nuestros procesos cognitivos y metacognitivos, de utilizar adecuadamente nuestras funciones ejecutivas y el sistema atencional, lo que permitirá el desarrollo significativo de nuestra capacidad de aprendizaje”.

Asimismo, podemos agregar que es el autocontrol que ejercemos los individuos hacia nuestros propios pensamientos, comportamientos y emociones ante un estímulo externo o interno.

Frente a todo esto, debemos tomar en cuenta las características relacionadas con el desarrollo neuronal, las cuales se dan desde la tercera semana de gestación y son una gran determinante en nuestros estudiantes. Este desarrollo neuronal permite que seamos individuos, unos diferentes de otros, cada uno con sus propias características. “Todos traemos una fuerte carga genética que influye en la dimensión corporal, en el temperamento y la personalidad. Hay factores congénitos, propios de la gestación, que influyen en gran medida en lo que somos”. Claverie (2014, p. 257).

Otros factores determinantes que pueden modificar estructuralmente nuestro cerebro se dan a partir de situaciones vividas, la experiencia y la actitud de cada persona frente a una situación, no solo en referencia al bienestar propio, sino también pensando en el bienestar de los demás y en la convivencia con ellos. Tiene que ver con las emociones, las relaciones interpersonales, interacciones sociales y con la cognición.

Claverie (2014) refiere que: “Hay factores sociológicos, propios del entorno, en el cual se crio cada persona, que influyen fuertemente en la conformación de su personalidad. El trato físico y emocional que le brindaron los padres desde su nacimiento hasta la primera infancia, especialmente; las experiencias infantiles; la educación transmitida por los padres, las personas significativas y los docentes; las tradiciones familiares; y por supuesto, las grandes influencias de los medios masivos de comunicación” (p. 257).

Conociendo todas aquellas bases, como maestros, debemos marchar en la búsqueda de estrategias que nos permitan lograr una mejor convivencia social.

Shanker (2013) nos indica algunas acciones que los maestros debemos tener en cuenta para desarrollar la autorregulación en nuestros estudiantes:

Autorregulación:

  • Identificar las propias emociones y las características intrínsecas a ellas en nuestra propia persona como guías dentro del aula.

  • Incentivar y encaminar a los estudiantes a reconocer en sí mismo sus propias emociones.

  • Identificar las características negativas de nuestras emociones y tener la capacidad de reconocer en qué debemos modificarlas.

  • Decidir enfocar nuestra atención en los estímulos que creamos que son los relevantes en el aprendizaje.

  • Reconocer que es necesaria la convivencia entre personas; por lo tanto, es nuestro deber entender, comprender y manejar nuestro proceder frente a ellas para brindarles un ambiente saludable.

Por eso se intenta trabajar la autorregulación desde el hogar y desde las aulas, buscando una mejora del currículo educativo, y brindando adecuadas situaciones y experiencias para su desarrollo. Hay evidencia de que estas habilidades pueden ser enseñadas desde los años tempranos.

Debemos, como docentes, lograr que nuestros estudiantes fijen metas y evaluar su propio aprendizaje. Poner especial interés en el manejo de sus emociones, trabajar en su regulación y estimular el desarrollo de las funciones ejecutivas.

De acuerdo con estudios realizados, se ha comprobado que en la educación inicial es importante desarrollar las habilidades cognitivas a través de los juegos más que el desarrollo de contenidos. En los niveles primario y secundario, iremos incorporando los contenidos, pero utilizándolos para seguir desarrollando estas habilidades cognitivas. Ambos son importantes teniendo en cuenta cómo se enfocan.

Los estudiantes conscientes de sus posibilidades irán poco a poco desarrollando la autorregulación en estos diferentes dominios y a la vez irán conformando una nueva comunidad educativa, en la que la prioridad no estará en el aprendizaje de las capacidades académicas planteadas, sino que se encontrará en el desarrollo de competencias que realmente nos hacen mejores humanos.

Por lo tanto, demos importancia a la autorregulación, o dominio propio, tanto en maestros como en alumnos: por los efectos que tiene en la conducta de las personas, porque nos hace más pacientes, menos propensos al estrés, en mayor control de nuestro pensamiento y emoción, más altruistas y con mayores habilidades sociales. Solo así lograremos una sociedad más saludable, la que todos deseamos para vivir.

  • Campos. ¿Qué entendemos por autorregulación y por qué es tan importante para el educador, los estudiantes y los entornos educativos? Lima: Cerebrum Ediciones, 2016.
  • Claverie, P. El tesoro escondido. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2014.
  • Portellano, J., R. Mateos y R. Martínez. Cuestionario de Madurez Neuropsicológica Infantil (CUMANIN). Madrid: TEA Ediciones, 2000.
  • White, E. La temperancia. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1969.
  • Shanker, S. Calma, atención y aprendizaje. Lima: Cerebrum Ediciones, 2013.