El niño es un ser social con capacidad afectiva, emocional y cognitiva. Tiene el deseo de estar cerca de las personas y es capaz de interactuar y aprender con ellas para comprender e influenciar su ambiente. Ampliando sus relaciones sociales, interacciones y formas de comunicación, los niños se sienten cada vez más seguros para expresarse y pasan a aprender a través de los intercambios sociales con diferentes niños y adultos, cuyas percepciones y comprensiones de la realidad también son diversas.

Así, el proceso enseñanza-aprendizaje ocurre de forma gradual, continua, acumulativa e integrativa, involucrando acciones, sentimientos, errores, aciertos y nuevos descubrimientos. En esta etapa, la evaluación debe tener como objetivo auxiliar el proceso de aprendizaje, fortalecer la autoestima del alumno y orientar las acciones pedagógicas. En lo que se refiere a los niños, la evaluación debe permitir que ellas acompañen sus propios logros, dificultades y posibilidades a lo largo del proceso.

La evaluación debe ampliar la mirada del profesor acerca del contexto del aprendizaje y de las actividades realizadas. El docente debe estar atento al modo en que se ejecutó la tarea y lo que orientó los procedimientos, a saber: el ambiente, los materiales, las elecciones, en fin, todo lo que rodea el momento de la realización de la actividad. La evaluación podrá realizarse en forma de observación, registro y actividades prácticas.

El aprendizaje necesita ser evaluado durante el proceso de trabajo, de forma continua, teniendo como objetivo el desarrollo del alumno en todos los aspectos. Es en ese momento que el profesor puede percibir las dificultades y los aciertos de los alumnos.

La evaluación del aprendizaje debe contemplar los momentos en que el niño:

  • Ejerce los conceptos aprendidos tanto en el contexto escolar y en el extraescolar.

  • Tiene la oportunidad de interpretar la acción de los adultos.

  • Tiene la posibilidad de expresar los sentidos que atribuyó a los conceptos, modificándolos a partir de las relaciones que estableció.

Por lo tanto, la mirada del profesor sobre los aspectos que facilitan o dificultan el desarrollo de los niños ayudará a organizar y reorganizar otras actividades, los materiales ofrecidos, las formas de ejecución y las agrupaciones de niños. Así el profesor tendrá como prever, ya en la planificación, las acciones que contribuirán a alcanzar sus objetivos y facilitar el aprendizaje del alumno.

Al evaluar analice las siguientes cuestiones:

  • ¿De qué forma los conocimientos que el alumno ya posee fueron considerados?

  • ¿Cuál es el objetivo de la actividad? ¿Qué desafío plantea al alumno?

  • ¿Qué providencias fueron tomadas previamente para que la actividad fuera realizada?

  • ¿Qué instrucciones fueron dadas para su realización? ¿Está bien formulada?

  • ¿Qué contenidos / temas están siendo contemplados?

  • ¿El espacio fue previamente preparado?

  • ¿Cómo fue la participación de los alumnos?

  • ¿Hubo interacción entre ellos?

Tipos de evaluaciones:

Registrar el perfil del alumno y la fase del desarrollo en que se encuentra al inicio del año escolar.

Registrar los avances del estudiante a lo largo del proceso de aprendizaje. Es importante que, cada día, sea hecho por lo menos un registro, pues eso posibilita un retrato de los pasos recorridos en la construcción de los aprendizajes. Esta forma de registrar diariamente la caminata del alumno tiene el objetivo de mostrar la importancia de cada clase, de cada paso, como una oportunidad de desarrollo.

(bimestrales / trimestrales, en forma de audio, vídeo, fotografías, fichas). Los informes deberán registrar los ejes orientadores trabajados y las reacciones del alumno ante las propuestas ofrecidas. Para cada eje, redacte un pequeño texto, siempre teniendo en cuenta el progreso del alumno. En el caso de que se produzca un cambio en la calidad de la información, se debe tener en cuenta que: «Presentó», «muy bueno», «bueno», «débil», «muy débil». La evaluación no debe reducirse a llenar fichas estandarizadas al cabo de un período lectivo. Evaluar no es sólo medir, comparar o juzgar. Mucho más que eso, la evaluación presenta una importancia social y política fundamental en el quehacer educativo.

La organización del portafolio se hace significativa por las intenciones de quien lo organiza, del alumno y también de la familia. No hay sentido en recolectar trabajos de los alumnos para mostrarlos a los padres solamente como instrumento burocrático. Es necesario constituir un conjunto de datos que presente avances, cambios conceptuales, nuevas maneras de pensar y de hacer por los que el estudiante ha pasado.

El niño en esta fase ya es capaz de hacer una autoevaluación justa, correcta y precisa, pues tiene conciencia de sus actitudes y de su desempeño en la ejecución de tareas y en la interacción con los colegas. Participar en una autoevaluación requiere maduración y posibilita el desarrollo de valores (responsabilidad, honestidad, sinceridad). La autoevaluación puede ser expresada oralmente, teniendo el profesor como escriba, o por dibujos y pintura en color (determine un color para cada acción del niño), entre otros.

Son muchos los instrumentos que pueden ser utilizados para acompañar el desarrollo del niño y posibilitar al profesor la reflexión de las acciones pedagógicas. La elección deberá estar de acuerdo con la planificación pedagógica y la realidad del aula.

Adaptado de: CPB Educacional