Entrenando el cerebro - Parte 1
Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. Los hombres en quienes se desarrolla esta facultad son los que llevan responsabilidades, los que dirigen empresas, los que influyen sobre el carácter. La obra de la verdadera educación consiste en desarrollar esta facultad, en educar a los jóvenes para que sean pensadores y no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres. Elena G. de White, La educación (leer cita online en su contexto).

El cerebro humano, director de todas nuestras funciones cognitivas y biológicas, tanto conscientes como inconscientes, así como cualquier músculo o parte de nuestro cuerpo que posee habilidad, es completamente susceptible de desarrollarse. Muchos son grandes atletas por que han entrenado sus habilidades musculares desde la niñez. Hay quienes pueden interpretar el piano de manera prodigiosa porque ensayaron muchas horas. Otros logran resolver ejercicios matemáticos con maestría porque han entrenado su habilidad matemática. Como cualquier destreza que tenemos, el pensamiento debe ser entrenado, practicado o ensayado. Las habilidades del pensamiento deben ser desarrolladas, ya que esto implicará mejores perspectivas a nivel cognitivo y resultará en una mejor calidad de pensamiento.

El estudio de las habilidades del pensamiento se viene desarrollando hace mucho tiempo y grandes avances se han alcanzado en este campo. La cita inicial de Elena de White, fue escrita hace más de cien años, pero ya señalaba la necesidad de enseñar a pensar. En su libro La educación explica que la obra de una educación verdadera tendría que dar como resultado hombres y mujeres que tengan la facultad de pensar y hacer, facultad que es semejante a la del Creador. La importancia de poseer estas habilidades, según este planteamiento, está en que el desarrollo del pensamiento trae inherentemente la capacidad de liderazgo en el individuo, además de algo más grande aún, el hecho de reflejar facultades semejantes a las de Dios.

No es un secreto que la educación en general se ha enfocado por mucho tiempo en métodos memorísticos, sin dar su lugar preferencial al análisis y al pensamiento. Esto se ha convertido en un problema que cada día se hace más grande. El desarrollo de habilidades de pensamiento de orden superior en los estudiantes es la preocupación de los investigadores y educadores. Se ha comprobado que, en el proceso cotidiano de enseñanza aprendizaje en el aula, los estudiantes no demuestran o no desarrollan totalmente sus habilidades cognitivas. Por esto, sus procesos de aprendizaje y de solución a situaciones problemáticas se han visto afectados. Este asunto incide claramente en la capacidad de aprendizaje y, por ende, en la totalidad de la vida académica de cada estudiante. Es necesario formar estudiantes con capacidad de pensamiento analítico, critico, creativo y reflexivo que puedan aplicar lo aprendido en su vida cotidiana como profesionales y puedan transformar y mejorar ese conocimiento. Así se logrará una diferencia notable en la educación y su producto.

Los actores involucrados en la educación: docentes, pedagogos, psicólogos y otros profesionales se están planteando actualmente el porqué, y sobre todo el cómo enseñar a pensar. Se están dando investigaciones con muy buenos resultados desde distintos campos: psicología, educación, filosofía y pedagogía. Las respuestas, lejos de ser uniformes, son en extremo variadas, dando lugar a un intenso intercambio de argumentos tendientes, en su mayoría, a fundamentar que la enseñanza de habilidades del pensamiento es posible y totalmente necesaria.

Pero si todos los humanos pensamos en forma natural, ¿por qué se habla de la necesidad de enseñar a pensar? El pensamiento cotidiano, al igual que el caminar ordinario, es algo que todos realizamos por naturaleza. Pero pensar bien, al igual que correr 100 metros a velocidad o escalar montañas, es una acción técnica completamente artificial. En varios sentidos, pensar bien va contra el carácter natural. Por ejemplo, las personas tienden a no considerar el otro lado de la moneda, o a no ver más allá de la solución que se le presenta de manera inmediata, a no ponderar el problema antes de escoger entre las posibles soluciones.

Por eso, el paradigma educativo adventista se plantea como una de las principales premisas el estímulo del espíritu de investigación, reflexión y creatividad; lo que se refiere ampliamente al desarrollo del pensamiento en los estudiantes. La Educación Adventista presenta una base metodológica que promueve y sustenta la singularidad e identidad del estudiante. Así es la base para las prácticas curriculares en las instituciones educativas adventistas.

En conclusión, en la primera parte de este tema, establecimos que es imperativo fomentar el desarrollo del pensamiento.

El objetivo principal de la educación es formar hombres capaces de hacer cosas nuevas que no repitan simplemente lo que otras generaciones han hecho: hombres que sean creativos, que tengan inventiva y que sean descubridores. El segundo objetivo de la educación es formar mentes capaces de ejercer la crítica, que puedan comprobar por sí mismas lo que se les presenta y no aceptarlo simplemente sin más. Jean Piaget