Educar para la vida, ese es el verdadero sentido de la educación cristiana. No se limita a instruir en ciencias, historia o matemáticas. La verdadera educación inculca valores trascendentes. Entre ellos, uno esencial es aprender que las personas son más importantes que las cosas.

Los niños tienen derecho a la educación. Este es uno de los Diez Derechos Fundamentales, incluidos en la Declaración de los Derechos del Niño de 1959. Lamentablemente, la educación que los niños deberían recibir por derecho, no siempre está a su alcance.

Toda sociedad tiene la responsabilidad de hacer valer el derecho fundamental a la educación infantil. No solo debemos proteger a nuestros hijos, sino garantizar los derechos de todos los niños, independientemente de su origen o de la condición que les toca vivir. Tristemente, no todos los niños disfrutan de los privilegios de nuestros hijos, aunque deberían tener los mismos derechos.

¿Qué clase de educación merecen los niños? La educación no consiste únicamente en aprender a leer y escribir, sino que constituye la base del desarrollo personal. Para que el engranaje de una sociedad funcione, sus miembros tienen que tener una educación básica que les permita desarrollarse como individuos para poder convivir en sociedad.

“Los padres no deberían considerar livianamente la obra de educar a sus hijos, ni descuidarla por ningún motivo. Deberían emplear mucho tiempo estudiando cuidadosamente las leyes que regulan nuestro organismo. Deberían hacer su primer objetivo el conocer cabalmente la manera debida de tratar con sus hijos, a fin de proporcionarles mentes y cuerpos sanos.

Los padres envían a sus hijos a la escuela y cuando han hecho esto, piensan que ya los han educado. Pero la educación es una cuestión más amplia de lo que muchos comprenden: abarca todo el proceso mediante el cual el niño es instruido desde el nacimiento a la segunda infancia, de la segunda infancia a la juventud, y de la juventud a la adultez.” Conducción del niño, versión online.

Hoy día vivimos en un mundo muy materialista, en el que competimos por tener la mejor casa, el mejor auto, la mejor ropa; y nos olvidamos de ser mejores personas. Hemos perdido el respeto y el amor por la humanidad. A mayor grado de educación, las personas deberían ser más humanas; pero es al revés: cuantos más títulos poseen, algunas personas suelen ser menos empáticas.

Podemos considerar el ejemplo de José, quien fue bien educado por sus padres, a pesar de que muchos lo consideraban un “chico malcriado”. José enfrentó y venció todos los obstáculos de su juventud gracias a la educación y el firme propósito de ser fiel a Dios. Fue despreciado por sus propios hermanos y engañado por los egipcios. Sin embargo, llegó a ser un administrador honrado y destacado, a pesar de ser un mero esclavo extranjero. Siempre se mantuvo humilde, poniendo en práctica los valores que sus padres le habían inculcado desde la niñez.

Por lo tanto, todos los niños, de cualquier condición o lugar, tienen derecho a recibir la mejor educación. Tienen derecho a una educación para la vida.