“Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (1 Corintios 10:24, RVR 1960 online)
El SARS-CoV-2 arribó a los países sudamericanos en el mes de marzo de 2020. Lo que provocó que, desde las autoridades estatales, locales y en las propias familias se tomaran medidas al respecto. En cuanto a educación, como se ha visto, ya en este largo tiempo de confinamiento ad portas de una “nueva normalidad”, ocurrió lo mismo, y una de las decisiones llevadas a cabo fue desarrollar las clases a distancia, naturalmente para proteger a los niños, niñas y familias de esta nueva enfermedad que llegó a ser letal para muchos en el mundo.
La educación a distancia existía, pero era menos frecuente, incluso no muy bien vista. Por lo tanto, los equipos educativos se vieron forzados a innovar, a replantearse y evaluar qué aspectos del curriculum debían intencionar con mayor fuerza, a considerar qué tipos de estrategias y didáctica serían las adecuadas para este nuevo escenario y aún más, cuántos de todos los docentes estaban preparados para trabajar en la virtualidad, cuántos estaban capacitados para generar algo que hoy ya es tan familiar para todos como programar una clase por Zoom o Google Meet.
Podríamos continuar señalando un sin fin de situaciones que se presentaron como parte del día a día que cada docente, escuela, instituto y/o universidad debía enfrentar. Sin embargo, queremos situarnos en la importancia del aprendizaje que nos ha dejado este nuevo camino educativo.
Veremos dos ejemplos de situaciones recurrentes en clases virtuales y lo que se aprendió de ello:
Pantallas negras. No es nuevo que las pantallas negras han limitado la comunicación entre docente y estudiante. ¿Qué aprendimos de aquello? Al entrevistar a distintos docentes, las respuestas que más se repitieron fueron: «Tuve que cambiar mi forma de enseñar»; «La didáctica cobra importancia real al tener que desarrollar clases en línea»; «No puedo continuar realizando clases tan teóricas»; «He tenido que reflexionar más en quienes son mis estudiantes y las distintas formas en que aprenden»; «Debo utilizar metodologías más activas». En definitiva, necesitamos replantearnos la forma en que vemos a nuestros estudiantes, lo que queremos que logren y de qué manera propiciamos aprendizajes que les proporcionen sentido.
Problemas de conectividad. ¿Qué aprendimos de ello? Como instituciones educativas, tuvimos que considerar el subvencionar y facilitar equipos (notebook), tablets, internet a estudiantes y a docentes. Algo que antes de la pandemia no era relevante, más bien de manera aislada se consideraban como incentivos que se entregaban, prácticamente como premios. Hoy ya se ha instalado la importancia de manejar las Tic’s y estar conectados.
Los aprendizajes en contexto virtual desde el enfoque que se los presente pueden ser muchos, sin embargo, nos parece relevante acotar y mencionar que uno de los mayores aprendizajes obtenidos en este contexto traspasó lo académico, significó una toma decisiones complejas, desaprender para aprender, trabajar más en equipo, capacitarse en tecnologías, incluir más el curriculum oculto, desarrollar más didácticas e incentivar a los estudiantes en estas clases virtuales a convertirse en los protagonistas de su saber y su hacer.
Y, por supuesto, comprender que todos nos necesitamos, que solos no somos suficientes, que es importante trabajar en comunidad, siendo generosos con nuestros conocimientos, gestionando buenas prácticas, y siendo responsables socialmente con nosotros, con los demás y con el entorno. De allí las palabras iniciales de este artículo: “Ninguno busque su propio bien, sino el del otro”.
Que ese sea nuestro sentir como seres humanos y docentes.
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