“He aquí yo hago nuevas todas las cosas…”. (Apocalipsis 21:5, Reina-Valera 1960, versión online)
Cuando iniciamos 2020 teníamos altas expectativas, nos habíamos imaginado un trayecto amigable para los 365 días siguientes. Todos sabemos que la vida trae alegrías y tristezas. Por eso, con la actitud de que lo mejor está por venir; leímos, observamos, nos informamos, discutimos ideas, aprendimos, diseñamos y planificamos clases didácticas, seguramente innovando con metodologías activas que facilitarían aprendizajes más profundos y significativos en nuestros estudiantes. Y de pronto… ¡Todo se paralizó, como en medio de un film de ciencia ficción, el mundo entero quedo atrapado en manos de un virus que no discriminó raza, color, edad o creencias, solo necesitaba seres humanos frágiles y expuestos para atacar!
Las clases se suspendieron y luego, poco a poco, regresaron de la mano de la tecnología. Docentes, estudiantes y aún padres, cada día frente a las negras pantallas de las computadoras, nos dábamos cita. Nuestra motivación y vocación docente resurgió al considerar nuestra responsabilidad con esos seres humanos en formación, nuestros niños, nuestros jóvenes, nuestros estudiantes.
Sin embargo, las preguntas no tardaron en llegar. ¿Y ahora qué? ¿Cómo? ¿De qué manera logramos transmitir el conocimiento, la motivación, el interés por lo académico, el gusto por aprender? ¿Alcanzaremos a cubrir el curriculum? ¿Cómo evaluaremos y cómo nos evaluarán? Entonces, como docentes, tuvimos que replantearnos qué es lo verdaderamente importante en cada asignatura, qué debe trascender y qué debemos desaprender.
Se acabaron las teorías pedagógicas y el discurso académico. La cruda realidad era ver a muchos estudiantes sin computadoras, sin acceso a Internet. Algunos subían a sus techados para poder conectarse a la red. Algunos docentes, en medio de una clase sincrónica, tenían interferencias. La tecnología era causa de mucho estrés para otros. Pero en ese contexto tan confuso, incierto y complejo, aún queda algo maravilloso por aprender: “Todo puede ser hecho nuevo”. “No todo está perdido”. “Todos podemos aprender de esta experiencia”. “Todos tenemos la oportunidad de reconstruirnos y co-construir con nuestros estudiantes, colegas, amigos, familia”. Aquí la palabra clave es todos juntos…
El año 2020 se despidió colmado de aprendizajes académicos, profesionales y personales. Escuchamos a la distancia al Maestro de los maestros:
“He aquí yo hago nuevas todas las cosas”.
Nuestro Padre celestial, nuestro gran Maestro, nuestro Guía fiel, nuestro Sustentador, nuestro gran Amigo, nuestro amado Dios es quien lo afirma. Él hará todo nuevo muy pronto… Y esa es la esperanza con que inicio este nuevo año académico, personal y profesional, en el que avanzaremos “sostenidos, como viendo al Invisible”. Seamos agradecidos y reconozcamos al maravilloso Dios que tenemos, que no solo puede hacer todo nuevo, sino que muy pronto volverá.
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