El estrés es la reacción fisiológica ante situaciones difíciles. Resulta en tensión física y psicológica.
Cuando nuestros sentidos o memoria o una combinación de ambos nos advierten de una situación tensa, el organismo entero se prepara para enfrentar el peligro. El estímulo puede ser real (por ejemplo, un coche atravesando la luz roja delante de él) o simbólico (ansiedad sobre lo que va a suceder en una entrevista para un empleo mañana). Pero las reacciones fisiológicas son las mismas: lucha o fuga.
¿Qué desencadena esas reacciones? La clave es el hipotálamo, una glándula pequeña, ubicada en la base del cerebro, que controla varias funciones vitales del cuerpo. El hipotálamo recibe los impulsos nerviosos que traen un mensaje de alarma. Para asegurarse de que el mensaje alcance su destino, hace uso de dos medios independientes de comunicación. Primero, el hipotálamo opera por medio de los nervios, usando el sistema simpático, y segundo, opera a través del torrente sanguíneo para alcanzar el sistema adrenocortical.
El sistema nervioso simpático, habiendo recibido la orden del hipotálamo, lleva el mensaje de alarma a través de los nervios a los músculos y a la médula de la glándula suprarrenal. La médula libera epinefrina y norepinefrina en el torrente sanguíneo. Estas hormonas aumentan el estado de alerta.
El hipotálamo también estimula la glándula pituitaria, que produce la hormona adrenocórtica trófica (ACTH), también llamada hormona del estrés. El ACTH viaja por el torrente sanguíneo hasta la corteza suprarrenal (el envase de la glándula suprarrenal) y hasta otras glándulas endocrinas. Los efectos son inmediatos. La descarga de unas 30 hormonas produce los siguientes efectos:
La mayoría de los expertos coinciden en que una dosis moderada de estrés favorece la realización de cualquier desafío, ya que puede generar la energía necesaria que contribuirá a que las personas tengan éxito.
Los efectos de estrés sobre el estudiante pueden perjudicar su habilidad cognitiva. Además, los sentimientos y las emociones se ven afectados. La persona bajo estrés experimenta desasosiego, se vuelve hipocondríaca, pierde la paciencia y la tolerancia y se asombra con sentimientos de insuficiencia y baja estima propia. Finalmente, las actitudes y el comportamiento también se modifican.
¿Cómo manejar el estrés?
Una relación espiritual con Dios es el mejor remedio para el estrés. Esta es una experiencia subjetiva, pero muy real.
Si Dios tiene bastante sensibilidad para notar la vida y la muerte de un gorrión (Lucas 12: 6), no hay duda de que él cuidará a un estudiante que sufre de estrés académico.
Autor: Julián Melgosa
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