Como un espacio propio dentro de la escuela, el aula es ese lugar que acoge a quienes la hacen ser lo que es. Una especie de heterotopía.
Michael Foucault utiliza este vocablo (heterotopía) como un tipo específico de espacio que tiene dentro de sí poderes, fuerzas, ideas, regularidades o discontinuidades. Las heterotopías se pueden clasificar según el tiempo o el lugar al que pertenecen y abren la posibilidad de crear nuevos espacios con sus propias lógicas.
Tonucci (1989) considera que la unidad básica de la escuela es el aula. El aula es un lugar de referencia donde los niños se reencuentran entre sí, donde existe ese agasajo visual que propicia y conforma en el estudiante una valiosa memoria colectiva. El aula es un lugar para estar, un espacio dentro del espacio escolar, en donde se ofrece la posibilidad de reflexionar, pensar y actuar de forma libre.
Simons y Masschelein (2014, p. 34) destacan que la forma específica de las aulas presenta, como mínimo, la posibilidad de separarse literalmente del tiempo y del espacio del hogar, de la sociedad. Esto puede lograrse no solo a través de la forma construida del aula -la presencia de un pupitre, la pizarra, la disposición de los bancos a fin de facilitar la interacción táctil-, sino también a través de todo tipo de métodos y herramientas.
Laorden y Perez (2002) visualizan que el espacio dentro del aula ha de ser un elemento tanto de la actividad del maestro como del alumno; por tanto, la reestructuración y organización adecuada del espacio es muy importante.
Para Malaguzzi, el aula es el tercer educador. Si tenemos en cuenta que el primer educador es el grupo de compañeros y el segundo educador son todos los adultos que educan. El tercer educador, por tanto, propone la dualidad propia de cualquier enseñante: ser o no ser educativos y motivadores.
En 2013 los investigadores de la Universidad de Salford concluyeron que un aula en condiciones óptimas favorece el desarrollo de los estudiantes a través de elementos como, por ejemplo, la presencia del color, la iluminación, la amplitud del espacio, el mobiliario cómodo y adaptado, la insonorización, la temperatura ambiental, entre otros factores.
Por lo tanto, es hora de revisar nuestros salones de clases para hacerlos un lugar apropiado para el aprendizaje, un espacio siempre a disposición de los estudiantes. Un lugar en el cual se pueda contemplar el orden y el principio del gobierno celestial (cf. Consejos para los maestros, pp. 44, 162).
Deja tu comentario