El pensamiento crítico se ha definido como un pensamiento racional y reflexivo interesado en decidir qué hacer o creer.
Robert Ennis (1985) define el pensamiento crítico como racional y reflexivo interesado en decidir qué hacer o creer. Su finalidad es reconocer aquello que es justo y verdadero. Asimismo, el pensamiento crítico es una actividad reflexiva; porque analiza el fundamento de los resultados de su propia reflexión como los de la reflexión ajena. Su principal contexto es en la resolución de problemas y en la interacción con otras personas. Ya Elena White en el libro La Educación había mencionado que debiésemos “educar a los jóvenes para que sean pensadores, y no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres”. Y como Educación Adventista a eso se queremos apostar, a que nuestros estudiantes crezcan y se desarrollen con un pensamiento que les permita resolver las vicisitudes diarias de su vida y pueda enfrentar los desafíos que conlleva el vivir en sociedad.
Actualmente en los programas de enseñanza ha dejado de ser suficiente proponerse el objetivo de memorizar la información, sino que ahora es más relevante la forma en que utilizaremos esa información y la capacidad que tenemos para incorporarla a nuestra vida cotidiana, y eso es uno de los aspectos que diferencia la enseñanza de pensamiento crítico del pensamiento tradicional.
Como mencionábamos, el pensamiento crítico se interesa en aplicar en nuestra vida diaria la información que procesamos en el aula, para que nos sea útil dentro y fuera del salón de clases.
El papel de la educación es facilitar el proceso de pensamiento, entonces ayudarán a sus alumnos a obtener información y superar todos los obstáculos que se lo impidan, especialmente ante un nuevo concepto. El maestro también ejemplifica en sí mismo cuán importante es mantener una actitud abierta y flexible al momento de recibir una nueva información, de esta manera se educará en democracia y con la capacidad de tomar sus propias decisiones con reflexión y libertad.
Antes de enseñar algo nuevo, el maestro proporciona los fundamentos del aprendizaje y de esa manera ayuda a los alumnos a dirigir su atención hacia lo que va a aprehender y a reflexionar acerca de ello. Posteriormente puede generar preguntas, como: ¿Por qué piensas que esto es importante? ¿Podrías mostrarme cómo lo resolviste? ¿Podrías mostrarle a tus compañeros qué pasos seguiste para resolver el problema? Esto ayuda a concientizar en el alumno los procesos cognitivos utilizados y genera en el aula un clima de aceptación.
El maestro es el responsable de mantener en el aula un alto nivel de análisis y cuestionamiento, exigiendo constantemente niveles de pensamiento cada vez más complejos. Por ejemplo, si se le pregunta al alumno: ¿Quién descubrió América?, el maestro no debería conformarse con la primera respuesta. Podría seguir preguntando: ¿Cómo lo sabes? ¿Quién opina de otra manera o conoce otra respuesta? Los alumnos ya saben que con estas preguntas el maestro no pretende coartarlos, sino que procura elevar el nivel de pensamiento. De esta forma, el aula se convierte en un ambiente estimulante y desafiante para el aprendizaje, tanto para el maestro como para los alumnos. (Priestley, 2013)
“El objetivo de la educación es crear hombres que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente de repetir lo que otras generaciones han hecho; hombres creativos, inventivos y descubridores. El segundo objetivo de la educación es formar mentes críticas, que sepan verificar lo que se les ofrece sin aceptarlo incondicionalmente” (Piaget, J. 1964).
Muy bueno Sthefy