Si quieres que los niños con dificultades de aprendizaje y, por ende, todos tus alumnos aprendan lo que les enseñas, entonces debes buscar cómo enseñar los contenidos, de tal manera, que esté claro y comprensible para todos y cada uno de tus alumnos.
Las estrategias didácticas son en esencia el “cómo” vas a enseñar, adaptando los contenidos a las dificultades y necesidades.
El Trastorno Específico del Lenguaje (TEL), también conocido como del «hablante tardío», se caracteriza por dificultades en la comprensión y la expresión del lenguaje. Quienes lo padecen no presentan ningún problema neurológico o auditivo severo. Los niños manifiestan mecanismos pre-verbales como la sonrisa, la mirada, y otros gestos de comunicación previos al lenguaje.
Estrategias didácticas para favorecer la comprensión y expresión lingüística
Ser claros y breves. La mayoría de las veces, quienes presentan TEL no comprenden lo que decimos. Por lo tanto, debemos aplicar la regla «menos es más». Hay que buscar la manera de decir lo mismo con menos palabras y de la forma más clara posible.
Hacer preguntas cerradas. Solo admiten como respuesta únicamente un sí o un no. Por ejemplo, en vez de preguntar ¿Cómo te fue con la tarea?, amablemente decir ¿terminaste la tarea?
Hacer preguntas sencillas. El docente debe considerar que la respuesta sea un número acotado de opciones. Por ejemplo, en vez de preguntar ¿Qué color usaste?, podría decir: ¿Usaste el color azul o el rojo?
Motivar. El niño con TEL necesita estímulos para comunicarse. Una estrategia es relacionarlo con sus pares para que vea cómo se disfruta y qué útil es ser en-tendido y entender. El docente debe protegerlo de las frustraciones. No debe ser abrumado con demasiadas preguntas que no pueda contestar o exigirle que hable mejor porque no se lo entiende. Estas situaciones podrían provocar un efecto adverso o de retraimiento.
Ser pacientes. No es necesario que el docente corrija permanentemente al niño con TEL. Si no pronuncia bien, no es porque no quiere, sino por que no puede. El adulto debe repetir la manera correcta (ser un buen modelo), pero no debe obligarlo a repetir las palabras que le cuesta pronunciar.
Enseñar cosas funcionales para su comunicación. Esa debería ser la prioridad. Tener en cuenta los aprendizajes significativos, importantes y necesarios para su diario vivir. Por ejemplo, no empeñarse en aprender los números si ni siquiera sabe pronunciar bien su nombre. Un buen comienzo sería ayudarle a aprender a decir «Buenos días»; «Gracias»; «Por favor»; el nombre de los padres, maestros y compañeros, etc.
No sobrecargar con tareas. No hacer dictados largos ni exigir que escriba rápido. El docente tiene a su alcance otras formas de evaluar. Primero debe lograr que hable bien antes de que escriba bien.
Entender su comportamiento. Sus problemas de conducta son por falta de capacidad de verbalizar y entender lo que es correcto o incorrecto.
No bajar demasiado el nivel de aprendizaje. Los niños con TEL son inteligentes, solo necesitan poder entender y comunicarse mejor. El docente debe aprender a dosificar los estímulos y la cantidad de palabras e información.
Alfabetización temprana. Cuanto antes sean estimulados, mejor; incluso desde muy pequeños.
Comunicación bimodal. Utilizar de forma simultánea el habla y los signos. Las modalidades visual-gestual y oral-auditiva son fundamentales. Propiciarlas en el aula y usarlas para comunicarnos con estos niños. Usar gestos junto a una palabra clave es el comienzo para comunicarse de una manera exitosa.
Gestos fonológicos. Aprender a tener señas para las letras o palabras es una buena manera para comunicarse hasta que el lenguaje se afiance en el niño.
Pictogramas. Mediante dibujos y/o imágenes, puede favorecer la comprensión de estos niños. Por ejemplo, anunciar el momento de ir al recreo, o dar algún contenido curricular.
Asistencia profesional. Para asistir a los niños con TEL deben abordarse dos problemáticas fundamentales: la dificultad biológica de no poder comunicarse y la falta de estimulación del entorno. La primera problemática debe estar supervisada por un fonoaudiólogo. La segunda, por el docentes y la familia. Las estrategias compartidas más arriba serán de gran estímulo.
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