Tener el dominio en el proceso de enseñanza-aprendizaje, no siempre es fácil. Es por ello, que te invitamos a conocer estrategias que harán de tu quehacer un proceso más llevadero.
Cierta tarde, un niño regresó a su casa muy entusiasmado porque prepararía una receta especial que él estaba seguro que ayudaría a restablecer la salud de su hermano, que tenía la hemoglobina baja. Esa mañana, junto con su maestra y sus compañeros, había investigado acerca de los bioelementos que están presentes en el cuerpo humano y por qué es necesario que los obtengamos a través de los alimentos. Habían analizado tres tipos de alimentos: verduras frescas, camotes (batatas) y una salchicha. En grupo, describieron cada uno de ellos, los compararon, investigaron cuáles eran los bioelementos que se hallaban presentes en cada uno de ellos, y luego de debatir diferentes ideas llegaron a una conclusión grupal de que hay alimentos que brindan específicamente los elementos químicos que permiten tener un buen nivel de hemoglobina. Luego, asociaron estos conocimientos con la redacción de textos instructivos que habían aprendido anteriormente y se dispusieron a preparar algunas recetas que podían presentar de manera agradable a su familia, para brindarles salud a través de la nutrición.
¿Qué había sucedido con estos estudiantes?
La maestra había involucrado diversas acciones relacionadas con el manejo de competencias que permitieron a los estudiantes mantener la atención y la motivación, así como establecer la relación entre nuevos conocimientos con otros ya adquiridos anteriormente. Asimismo, la reflexión y el debate grupal dieron como resultado la generación del estímulo con la intensidad necesaria para fijar el aprendizaje en los estudiantes.
El aula es donde el estudiante está expuesto a diferentes experiencias de aprendizaje y donde entran en juego diferentes factores que actuarán como catalizadores del aprendizaje, permitiendo que este se potencie o se detenga.
“Para iniciar el proceso de aprendizaje, el cerebro necesita percibir y codificar una información, y para ello utiliza sus recursos en los niveles de sensación y percepción: capta los estímulos por medio de los órganos sensoriales, interpreta a nivel de percepción y abre los canales para que estos ingresen. En esta etapa inicial del aprendizaje, juegan un papel fundamental la motivación, la atención y la memoria. La motivación permitirá que la propuesta ingrese, pues hay interés, curiosidad y emociones positivas hacia ella, lo que despertará al sistema atencional, que permitirá que el alumno(a) procese la información más relevante ignorando otros estímulos (externos o internos) y empiece a adquirir, de manera directa o indirecta, la nueva información. A partir de este nivel, se da inicio a una serie de operaciones mentales que, entre otras, tiene que ver con el control voluntario de la atención para que se ejecuten las tareas asociadas que se requieren, con las habilidades del pensamiento y el lenguaje. Algo que ayudará en este momento es encontrar información previa que facilite la adquisición del nuevo conocimiento, y aquella debe estar almacenada en los sistemas de memoria.
“El cerebro, entonces, pasa a ‘abrir’ los archivos de memoria para ver qué tiene archivado allí que lo ayude a la comprensión del nuevo aprendizaje y, a la vez, empieza a prepararse para adquirir, codificar y almacenar lo que va a aprender. En paralelo, está trabajando el sistema motor, que a través de las habilidades motrices gruesas o movimientos sutiles y refinados comienza a trabajar para adquirir la habilidad.
“En este momento, los recursos físicos, materiales concretos y tareas de manipulación ganan su espacio para ayudar en la elaboración del aprendizaje. Como el aprendizaje se caracteriza por la habilidad de adquirir nueva información, es de fundamental importancia que el educador no solo propicie verdaderas oportunidades de entendimiento de la propuesta de aprendizaje sino también que se certifique de que el estudiante la esté incorporando de manera adecuada. Para ello, la retroalimentación es un excelente recurso: escuchar a los estudiantes, realizar pequeños ejercicios sin nombrarlos “evaluación”, o hacer otra actividad que le permita saber qué entendieron. Las mejores actividades son las que involucran tanto el aprendizaje explícito (discusiones grupales, debates, lectura, etc.) como el aprendizaje implícito (metáforas, proyectos, juegos, experiencias, dramatizaciones, grabaciones, experimentos, etc.).
“De igual manera, llevarlos a la metacognición los ayudará a certificarse de sus propias rutas y capacidades de aprendizaje”. Campos (s.f., pp. 29, 30).
Un maestro que quiera favorecer un clima ideal de aprendizaje en el aula buscará las estrategias necesarias para trabajar con sus estudiantes logrando que ellos se apropien de aprendizajes que puedan utilizarlos correctamente en el momento adecuado.
Campos, A. Introducción a la neuroeducación: verdades, mitos y desafíos. Lima: Cerebrum Ediciones, s.f.
Deja tu comentario