Existe evidencia teórica y empírica de los efectos que tiene el contexto familiar sobre el desarrollo afectivo, social y cognitivo de los hijos, en especial, en las primeras etapas del desarrollo humano y su repercusión en fases posteriores.
La percepción de una relación contenedora de parte de los padres es uno de los mayores recursos psicológicos de que dispone el niño.
Estilo parental democrático
Las investigaciones avalan que la mejor disciplina está basada en dos aspectos claves: el afecto y el control. Esta clase de disciplina es la más beneficiosa para los niños y adolescentes y tiene que ver con un estilo de crianza de tipo democrático, que se caracteriza por una buena comunicación y establecimiento de límites claros, aunque no rígidos (Richaud de Minzi, 2007).
Este estilo de educación tiene efectos positivos en la socialización: los niños desarrollan sus competencias sociales, aumentan su autoestima positiva y su bienestar psicológico y disminuyen los conflictos entre padres e hijos, entre otros aspectos. Asimismo, los niños suelen ser interactivos y hábiles en sus relaciones con sus iguales, independientes y cariñosos. Los niños expuestos a técnicas disciplinarias basadas en el amor entienden e interiorizan mejor las metas y valores de sus padres (Torío, Peña y Rodríguez, 2008).
Educar sin gritar
Antes que los padres puedan enseñarles a sus hijos la disciplina, primero tienen que aprender a autocontrolarse. De esta manera, estarán mejor preparados para ayudar a sus hijos a calmarse cuando pierdan el control. Caso contrario, sucederán situaciones paradójicas, como querer enseñar a que los hijos no griten recurriendo al grito como estrategia de enseñanza. Es imprescindible que los padres demuestren la conducta que quieren enseñar. Si se quiere que los hijos aprendan respeto y cortesía a fuerza de golpes y gritos solamente, se les está dando un doble mensaje. Este accionar es resultado de la propia frustración del adulto por no poder manejar y controlar los consabidos berrinches.
El uso de gritos y golpes para disciplinar no contribuye al desarrollo de la empatía, un factor clave para que los niños aprendan a compartir, a ser solidarios y afectuosos y que puedan adaptarse a la convivencia con otros. En todo caso, es recomendable enseñar conductas y valores en tiempos libres de conflictos; es decir, cuando el niño está tranquilo y receptivo para aprender. Asimismo, si el adulto está descontrolado, es preferible tomarse unos minutos antes de actuar, ya sea dándose un baño o tomando aire fresco.
Por otro lado, hay que tener en cuenta la edad del niño. No se puede esperar más de lo que le permita su nivel de desarrollo. Esto ayudará a diferenciar entre las conductas que se pueden “dejar pasar” porque son normales y esperables para su edad, y desaparecerán por sí solas, y las que son realmente inaceptables y sobre las que se debe ejercer una acción educativa.
Finalmente, los padres deben tener en cuenta el temperamento y el carácter de cada uno de sus hijos. Esto les ayudará a encontrar técnicas disciplinarias más apropiadas y eficaces, que se adapten a las características específicas de cada niño (Bacus, 2014).
Consejo cristiano
“Sobre todas las cosas, los padres deben rodear a sus hijos de una atmósfera de alegría, cortesía y amor. Los ángeles se deleitan en morar en un hogar donde vive el amor y este se expresa tanto en las miradas y las palabras como en los actos.”
Consejos para los maestros, versión online.
- Bacus, A. (2014). 100 ideas para que tus hijos te obedezcan. Barcelona: Oniro.
- Richaud de Minzi, M.C. (2007). «La percepción de estilos de relación con sus padres y madres en niños y niñas de 8 a 12 años», en Revista Iberoamericana de Evaluación Psicológica, 1(23), 63-81.
- Torío López, S., Peña Calvo, JV, y Rodríguez Menéndez, MC (2008). «Estilos de crianza. Revisión bibliográfica y reformulación teórica», en Teoría de la Educación, 20, 151-178.
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