¿Cómo lograr un equilibrio entre la abundancia y la escasez de atención, para que los niños formen un autoconcepto real?
Es común escuchar noticias acerca de abuso y maltratos de toda índole en el seno familiar y en el ámbito escolar. Este flagelo afecta a todas las sociedades y, especialmente, a sus miembros más vulnerables: los niños. Lamentablemente, muchas veces el abusador pertenece al círculo más cercano.
En el otro extremo, el entorno de algunos niños está saturado de atenciones y cuidados, se complacen todos los gustos y hasta los lujos. Estos niños no conocen necesidades materiales o afectivas, pues aparentemente lo tienen “todo”.
Quizá parezca un concepto trillado, pero los padres son en gran medida los responsables de que los niños formen un autoconcepto positivo de sí mismos.
«Lo más importante que un padre puede hacer por sus hijos es amar a su esposa y madre. Su fidelidad y su continuo afecto por ella, o la falta de estos, tienen un efecto revelador sobre el bienestar de los niños, incluso en la edad adulta». Guía de estudio de la Biblia. Lección para el lunes 29 de abril de 2019.
La familia es el primer ámbito social del ser humano, donde aprende los primeros valores, principios y nociones de la vida. Es un grupo social con una base afectiva y formativa, donde conviven personas unidas por lazos de amor y un proyecto en común, o por matrimonio, adopción o parentesco. La familia es la célula básica de la sociedad.
Es sabido también que la base de la sociedad en estos tiempos se ha vuelto muy inestable; padres separados, fallecimiento de un miembro, falta de tiempo; en fin, no vamos a citar todos los problemas. Cada familia sabe cuál es su punto débil y dónde debe ajustar las tuercas para que siga funcionando.
Entonces, ¿qué haremos para que los niños de nuestra familia se amen a sí mismos y amen a los demás?
Amarlos tal como son.
Elogiarlos por algo bueno, corregirlos si hacen algo mal.
Premiarlos por sus logros, sin fomentar la vanidad.
Mostrarles el amor en la familia, especialmente entre los padres y hermanos.
Enseñarles que a veces se gana y otras se pierde.
Motivarlos a ser mejores cada día.
Inculcarles valores morales.
Enseñarles que su cuerpo es un templo y deben cuidarlo.
Hacerles entender que el estado o posición social no nos define como personas.
«Los niños necesitan aprecio, simpatía y estímulo, pero se debería evitar que se desarrolle en ellos el amor a la alabanza. No es prudente prestarles una consideración especial ni repetir delante de ellos sus agudezas y ocurrencias. El padre o el maestro que tienen presente el verdadero ideal de carácter y las posibilidades de éxito, no pueden fomentar ni estimular el engreimiento. No alentarán en los jóvenes el deseo o el empeño de exhibir su habilidad o su pericia. El que mira más allá de sí, será humilde, y sin embargo, poseerá una dignidad que lo capacitará para no sentirse disminuido ni desconcertado ante el fausto exterior o la grandeza humana». Elena de White, La educación, versión online.
No importa la condición socio-económica, un niño es un niño, y tiene derecho a ser amado, a amarse y amar a los demás.
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