La motivación, la dinamización, la coordinación del equipo y la conducción del grupo constituyen el núcleo imprescindible de las tareas directivas en la institución educativa.
Antúnez nos aclara que, en la escuela, como en cualquier otra institución formal, es menester mantener la diferenciación en los puestos de trabajo, juntamente con la necesaria especialización en y para cada uno de ellos. Esto permitirá disminuir la complejidad de las tareas que se desarrollan y aprovechar los recursos personales al máximo.
Esta diferenciación no es caprichosa ni peyorativa. Es necesaria y vital para la dinamización de la organización. Sin embargo, pueden existir situaciones espurias que confunden o malinterpretan la necesidad de esta diferenciación directivo/docente. Pero en los casos generales y colectivos, es lo naturalmente correcto.
En esta diferenciación de responsabilidades, el director es aquel miembro de la comunidad que, a través de su función, guía e impulsa las tareas educativas que llevan a cabo los docentes de su institución.
Bender insiste que, en el marco general, el liderazgo escolar es el primer apoyo para la reforma educativa. Los líderes deben estimular y fomentar el desarrollo de los apoyos organizacionales esenciales:
La función directiva, por lo tanto, es esencial para gestionar las dinámicas focalizadoras de metas, cultivar la colaboración con propósito, establecer cuáles son las mejoras pedagógicas más apropiadas y reenfocar la dinámica de rendición de cuentas dentro de la escuela y en relación con el sistema. Es decir, liderar los aprendizajes y crear coherencias deben ser dos elementos comunes, compartidos, dependientes y necesarios.
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