“Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.” Marcos 10:45, Nueva Versión Internacional online.

El amor de Dios se manifestó por nosotros mucho antes de crearnos. Por eso, preparó el ambiente perfecto para sustentar el desarrollo humano en aquel maravilloso jardín del Edén, hoy conocido como el paraíso perdido. Después de la desobediencia de Adán y Eva, la Deidad comenzó a desarrollar el Plan de Salvación, lo que llevaría al Hijo de Dios a encarnarse para vencer donde Adán había fracasado. Jesús no vino para obligarnos a obedecer a Dios. Todo lo contrario, vino para demostrarnos hasta qué punto Dios nos ama, para rescatarnos por medio de su vida y muerte. Por esta razón, el ser humano debe experimentar el servicio como parte relevante de la preparación para la vida eterna. Servir como nuestro Maestro significa despojarse de uno mismo y ayudar al prójimo. Jesús, siendo Dios, tenía autoridad para solicitar nuestro servicio. Pero él decidió servir, viviendo en función de la humanidad, con el objetivo de lograr la misión por la cual había venido a este mundo. Y lo único que movilizó esta decisión fue el amor. Un misterio de amor que tardaremos una eternidad en comprender.

Ahora bien, como docentes cristianos, servir no siempre es gratificante, ni reconocido, tal vez pocas veces valorado, inclusive invisibilizado. Sin embargo, esta acción de servicio es vista por el Cielo y se convierte en un principio fundamental que involucra el compromiso que se genera con la comunidad, de manera especial con quienes requieren apoyo y al mismo tiempo se encuentran en situaciones de vulnerabilidad. Este es uno de los sentidos en que la metodología de aprendizaje y servicio se torna algo innovador, ya que la naturaleza del hombre siempre busca ser servida y evade el camino de la abnegación y el servicio.

Si nos remontamos a los primeros años del siglo XX, el aprendizaje y el servicio comienzan a surgir como metodología innovadora gracias al trabajo y observación de personas visionarias; entre las que podemos mencionar a John Dewey -filósofo y educador- quien abogaba por un enfoque educativo más práctico y experiencial, enfatizando la relevancia del aprendizaje por experiencia y sus efectos positivos y ennoblecedores en los estudiantes, donde con claridad se conectaba la educación con un servicio de calidad provisto a la comunidad a partir de las necesidades o desafíos que esta presentaba. Paulo Freire -pedagogo, educador y filósofo- propuso que la educación es un acto de amor y valoración, tal cual se traduce en el aprendizaje y el servicio. Humberto Maturana -biólogo, filósofo y escritor- planteó que la educación ocurre en todo momento, y genera reflexión, algo que se desarrolla claramente en proyectos de aprendizaje y servicio. Y así, en el transcurso del tiempo, la educación se fue transformando desde el tener meros receptores de conocimiento en el aula a promover el protagonismo de estudiantes activos, propositivos, con pensamiento crítico y reflexivo, con un sentido de responsabilidad social, empáticos y solidarios, resolutivos en cuanto a problemáticas sociales y ciudadanos más comprometidos con el entorno.

En síntesis, esta metodología representa una oportunidad única que tenemos como docentes para transformar la educación con principios de reciprocidad, donde los estudiantes aprendan mientras sirven, reflexionen desde su experiencia conectando sus aprendizajes con lo vivido en la comunidad, vinculen el servicio con los objetivos de aprendizaje de sus asignaturas y se preparen para enfrentar los desafíos del mundo actual.