«La inteligencia emocional representa el 80 por ciento del éxito en la vida» -Daniel Goleman.

Una preocupación constante de los padres contemporáneos es que sus hijos posean un desempeño académico óptimo. Algunos les exigen ser los primeros en matemáticas, lectura, escritura, ciencia, y otras materias; invierten dinero en tutores, clases personalizadas o incluso pueden sustituir las actividades recreativas extracurriculares (deportes, arte y/o música) por más horas de repaso de las materias básicas escolares.

Probablemente estos padres están convencidos que si sus hijos son buenos en estas áreas habrá un futuro asegurado para ellos, pero ¿de qué sirve una persona que es sobresaliente en matemáticas si no sabe relacionarse con los demás? ¿Importará más tener un ritmo de lectura rápido y no saber manejar sus reacciones emocionales ante situaciones estresantes? Es ahí donde la inteligencia emocional tiene un papel protagónico e incluso complementario con el cociente intelectual. Realmente, uno no es más importante que el otro, pero si logramos fortalecer ambos y si se le da igualdad de atención, definitivamente el futuro de nuestros hijos estará más que asegurado.

Imaginemos por un momento qué sucedería si los padres invirtiesen la mitad de su tiempo y de sus recursos económicos actualmente dirigidos al desempeño académico y los dedicaran a fortalecer su propia inteligencia emocional y la de sus hijos. ¿Cómo estaría nuestra sociedad actualmente? ¿Será que los índices de depresión, suicidio, bullying, incluso fracaso escolar/laboral estarían tan altos como lo están hoy en día? Podemos asegurar que buscar el equilibrio entre la inteligencia intelectual y emocional será muy positivo.

Los buenos padres deberían lograr un manejo adecuado de las emociones, deberían fomentar la asertividad y un adecuado reconocimiento de sus propias habilidades será un excelente ejemplo para que sus hijos sigan sus pasos y pongan en práctica día a día la inteligencia emocional, cuyos efectos trascenderán el círculo familiar.

Es importante insistir que no significa que el cociente intelectual no es importante, pero cuando lo combinamos con inteligencia emocional, nuestros hijos podrán llegar tan lejos como se propongan y deseen, ya que conocerán cuáles son sus habilidades y trabajarán en base a sus debilidades.

Así que hoy, mi invitación es que invirtamos tiempo para conocer qué es la inteligencia emocional y cómo podemos fomentarla en nuestros hijos. Te darás cuenta de que tendrán más probabilidades de un buen futuro y hasta un excelente presente, porque si son felices, los resultados son más eficientes y el aprendizaje es seguro.